Cuando los glaciares lloran

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Las pasadas navidades las pasé en Saanen, Suiza, en casa de una familia en donde me he quedado a lo largo de mi vida. Una extraña ola de calor se instaló en el Norte de Europa, fue el diciembre más caluroso del que me puedo acordar, con temperaturas que fulminaron los récords en casi todos los países del continente. Hice senderismo bajo el sol y con temperaturas agradables, y sentí la confusión de los animales por el clima primaveral adelantado. ¿Deberían salir de la hibernación? ¿Dónde quedó el invierno?

Hay un glaciar cerca del pueblo que se ha venido desvaneciendo frente a nuestros ojos, a una velocidad “no tan glacial”. Mientras caminaba, lo miré y me pregunté cómo le estaba yendo debajo del sol. Suiza es el país con el mayor número de glaciares en los Alpes, con más de 1.400. Los suizos han llegado hasta a cubrirlos con mantas en el verano, como un intento desesperado para evitar que se derritan tan rápido. ¿Deberían empezar a cubrirlos en el invierno también? Yo espero que esta ola de calor sea solamente una anomalía.

Usualmente, el día lo pasamos esquiando, pero este año llovió casi todos los días. Las temperaturas diarias llegaron a los 8°C, lo que implicó que no cayera nieve. Entonces, cuando las predicciones cambiaron en enero y un amigo me invitó a subir a la montaña, me pareció una buena idea desempolvar mis esquís.

Conocí a Gilbert Crettaz un maravilloso día de nieve en Verbier, pues mi amigo lo había contratado para que nos mostrara la ciudad. Nos despertamos temprano para ir a la estación de esquí. Coincidimos con la primera gran nevada, y estábamos muy emocionados por haber llegado justo a tiempo para disfrutarla. Gilbert es exactamente el guía de esquí que uno espera, una persona confiable, positiva y conocedora, un verdadero local que conoce la zona como la palma de su mano.

“Mi padre era un guía de montaña en un pequeño pueblo de apenas 80 habitantes, a 1.800 metros sobre el nivel del mar. Mi madre era una aventurera que venía de Luxemburgo, sin deseo de casarse, amaba las montañas y viajaba mucho: Austria, Suiza… Un día de 1968, en la biblioteca de Luxemburgo, se encontró un libro sobre un pueblo llamado La Forclaz. En ese momento decidió pasar sus vacaciones de invierno en ese pueblito. Y así lo hizo, fue a La Forclaz a pasar sus vacaciones, y una vez ahí quería subir a La Dent Blanche. Estaba buscando un guía, y se encontró con mi padre.”

A Gilbert fue criado por auténticos alpinistas en un pequeño pueblo agrícola llamado La Forclaz, en la mitad de Suiza. El pueblo está rodeado por dos glaciares,  el Ferpecle y el Mont Miné. Estuvo separado del resto del país hasta la década de los setenta, cuando fue construida finalmente una carretera de acceso. Los locales todavía hablan su propio dialecto, y hasta los años setenta la comunidad dependía totalmente de la agricultura de subsistencia. Gilbert recuerda que sus abuelos no necesitaban nada de dinero, y cuenta historias sobre ancianos preocupados por el avance de los glaciares, y no por su retroceso.

“Solían haber muchos lugares donde los glaciares avanzaban, y donde había edificios la gente se solía asustar mucho. Muchos rezaban como si los glaciares fueran el demonio, y hacían procesiones rezando para que los glaciares retrocedieran y no alcanzaran a todo el pueblo.”

La mayoría de los glaciares en Suiza han estado en retroceso por los últimos 100 años. De hecho, todos los glaciares suizos se han reducido a menos de la mitad de su tamaño en los últimos 85 años. Las investigaciones advierten que todos los glaciares alpinos están en riesgo de desaparecer al final de este siglo, y Suiza ya ha visto un aumento de temperaturas de 2 grados celsius en comparación con los niveles preindustriales.

 

ferpecle glacier in 2020
Ferpecle glacier, Switzerland 2020
ferpecle glacier 1900
El glaciar Ferpecle, Suiza 1900

Podría decirse que crecer rodeado de glaciares ha hecho que Gilbert tenga más nieve que sangre corriendo por sus venas. Las aventuras en la montaña definieron su infancia. A veces, en la mitad del invierno, la nieve que caía era tan profunda que a él y a su hermano les tocaba recorrer más de 40 minutos de camino desde su colegio hasta su casa.

“Esa fue mi infancia en un pequeño pueblo, no teníamos escuela porque el pueblo era demasiado pequeño, entonces íbamos a una escuela en otro pueblo que quedaba a 15 minutos en coche. A veces, había tanta nieve en el invierno que cortaban las calles, y entonces teníamos que recorrer el camino a pie, de ida y de vuelta. Nuestra infancia fue sencilla, no teníamos mucho, pero teníamos la naturaleza y teníamos mucha libertad.

Gilbert esquiaba todos los días. El pueblo era muy pequeño como para tener una escuela, pero claramente tenía estación de esquí. Su hermano eventualmente llegó a tener un alto nivel competitivo, mientras que él se enfocó en el snowboard, llegando a ser el primer snowboarder en intentar las cuestas más empinadas de Suiza. Desde muy joven, la pasión alpina de su padre se convirtió en la suya, por lo que se le unió para escalar las montañas más famosas y difíciles del mundo.

“Crecí viendo a mi padre escalar la montaña, y me despertó una curiosidad de saber qué había allá arriba. Lo veía irse con sus clientes con una sonrisa en su cara, y cuando volvía del Dent-Blanche o del Cervino, se le veía bronceado, en forma y extremadamente feliz. Entonces pensé que me daba mucha curiosidad saber qué sucedía allá arriba, debe ser muy, muy lindo. Y así fue que comencé a subir la montaña con él.”

A los 18 años de edad se presentó al más difícil curso de alpinismo suizo, pero al no tener suficiente experiencia, lo suspendió. Entonces decidió ir a la universidad y titularse en hostelería en Lausanne, pero para el momento en que cumplió los 22 años, se dio cuenta de que su verdadera vocación estaba en la montaña. Así, usó sus ahorros para volver a las montañas, embarcándose en años de aventuras en los que recuerda haber vivido la vida al máximo.

“Honestamente, cuando tienes entre 21 y 28 años y tu vida se resume en hacer parapente, escalar montañas y hacer snowboard con tus amigos, es como el santo grial, todo se orienta en torno al placer. Esos años me dediqué a disfrutar de la vida. A pesar de que me estaba divirtiendo, sabía que estaba invirtiendo en mi futuro también. Y cuando aprobé el examen para convertirme en Guía Alpino, sentí que fue el logro que más me había brindado gusto y satisfacción en mi vida.”

Cuando cumplió los 30 años, Gilbert ya era instructor titulado de snowboard, profesor de parapente y guía alpino. Viajó por todos los destinos de montaña más importantes con clientes, desde Zermatt a Chamonix, pero terminó estableciéndose en la encantadora ciudad de Verbier, donde más tarde abrió el centro de guías.

Le pregunté qué momento inolvidable le viene a la cabeza después de sus 30 años de experiencia recorriendo los Alpes.

“Una vez, un señor llegó a la cima de la montaña, en el Dent-Blanche, y estaba tan feliz, sudaba, se le salían las lágrimas… me cogió en brazos y me besó en las mejillas. Estaba tan emocionado que yo también me emocioné, estaba tan feliz. Fue increíble, me sentí muy bien, él había escalado ya varias montañas, pero esta era su última cumbre de 4.000 metros. Tenía 65 o 70 años, esta escalada es bastante difícil, pero él estaba tan feliz, tan emocionado. No fue algo extraordinario para mí, pero fue la emoción que había compartido con esta persona lo que aún recuerdo.”

Su historia me recuerda un término que aprendí estudiando filosofía, lo sublime en la naturaleza: el sentimiento que experimentas cuando te encuentras con la inmensidad de la naturaleza. Esos momentos en los que una fuerza abrumadora se apodera de ti y tu mente se queda en blanco, estupefacta ante la magnificencia y la belleza de la naturaleza. Te sientes pequeño, pero protegido, como si por fin fueras consciente de que tú también formas parte de su red.

Gilbert es un optimista de corazón, pero, por supuesto, sus años recorriendo los Alpes le convierten también en testigo de las duras realidades causadas por los inviernos más cálidos.

“No soy glaciólogo, pero todo el mundo puede ver que los glaciares están en retroceso, han pasado más de 100 años desde que empezaron a derretirse y ahora hay una aceleración evidente. Lo que puedo decir es en relación con mi trabajo. La dificultad se presenta si persisten las temperaturas moderadas en las montañas, porque luego la nieve que cubre las grietas se ablanda, y si se ablanda demasiado puede ser realmente peligroso. Si caminas sobre nieve blanda y hay una grieta debajo, puedes caerte dentro de ella. Y si te caes, se vuelve muy muy complicado y peligroso.  Esto es algo nuevo, hasta hace 10 años no nos hacíamos estas preguntas. Antes de eso, por la noche helaba, y en la mañana estaba congelado. No siempre, pero en el 90 por ciento de los casos teníamos buenas condiciones.”

El alpinismo, que ya de por sí es un deporte para los adictos a la adrenalina y para los amantes del riesgo, está subiendo su nivel de peligro, obligando a los guías a tomar precauciones que nunca antes habían tenido que tomar: evitar los glaciares en las rutas, acortar la temporada, o solamente llevar a personas debidamente entrenadas.

«Desde hace unos años venimos teniendo muchas menos heladas por la noche, y muchos más accidentes, cosa que no habíamos tenido antes. Este año, a principios de julio, el Mont Blanc cerró debido al desprendimiento de rocas, el deshielo de los glaciares, las grietas y todo eso, así que ahora nos estamos preparando para este verano. Creo que evitaremos los días más calurosos, que son desde mediados de julio hasta mediados de agosto, pararemos porque hace demasiado calor, y reanudaremos a finales de agosto, cuando el sol todavía está un poco más bajo, hasta septiembre, octubre. He tenido que modificar muchas rutas con clientes».

Los glaciares de todo el mundo están desapareciendo a un ritmo alarmante, desde el Himalaya hasta los Alpes y los Andes. El verano pasado, en Europa, los refugios de montaña cerraron debido a la sequía, algunos incluso cayeron por las laderas por desprendimientos de rocas. Por primera vez se cerró el Mont Blanc para evitar accidentes mortales y se perdieron seis vidas al derrumbarse un glaciar en los Alpes Dolomitas en Italia. A medida que el planeta se calienta, los paisajes antes familiares se están transformando y volviéndose peligrosos. Es hora de que escuchemos los gritos de las montañas.

Isabella Cavalletti es tejedora de historias y cofundadora de eco-nnect.

Este artículo fue traducido por Sarah Camhi. Hace parte del equipo de eco-nnect desde el 2020.

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