El camino humilde

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Luc Marescot ha estado en una misión.

“Cuando tenía unos siete años, mi padre volvió de la Antártida, había sido el piloto de helicóptero del explorador polar francés Paul-Émile Victor. Mi padre solía montar una cámara Super 8 en la parte delantera del helicóptero, para poder grabar y volver a casa con algunas fotos. Cuando volvió de su primer viaje a la Antártida, nos sentamos a almorzar. Yo tenía unos siete años, y mientras almorzábamos sacó una pantalla y proyectó las fotos (hace un sonido de rueda de película rodando) así, sin sonido, sólo las imágenes con pelos aquí y allá. En esa época no había internet, no había ni televisión en casa, entonces la única imagen que yo tenía del mundo eran algunas fotos de libros. Y entonces lo que apareció en la pantalla era como un gran espacio, inmenso, entre los icebergs, porque el helicóptero tenía que ir desde el barco hasta la base francesa en la Antártida, Dumont d’Urville, que estaban construyendo en ese momento. Y me di cuenta de que ese paisaje era como algo mágico que nunca antes había visto, y creo que a partir de ese momento sentí una especie de curiosidad de, wow, más allá de la línea del horizonte hay unos mundos mágicos por descubrir, y me quedé más o menos con esa misión infantil desde entonces, porque siempre quería ver qué más había, qué más había detrás del horizonte.”

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Esta misión ha durado toda su vida adulta; Luc siempre ha escogido el camino de la aventura. Mientras estudiaba economía en la universidad, conoció a un amigo que más tarde se convertiría en su compañero de viaje: “habíamos leído el mismo libro de un tipo que se fue de viaje haciendo autostop, y pasó dieciocho años dando la vuelta al mundo a dedo, con algunos trabajos aquí y allá. Me había encantado el libro, y le dije a mi amigo, vamos a hacer lo mismo, vamos a recorrer el mundo con esa misma misión. Luc entendía que hablar inglés sería clave para esta misión, así que, tras completar sus estudios universitarios, trabajó durante un año y medio dando clases de conversación en francés en el St John’s College en la Universidad de Oxford. Fue tras esa experiencia cuando comenzó a viajar hacia el horizonte.

Nos fuimos y estuvimos como ocho meses en Europa, haciendo autostop, yendo de un trabajo a otro. Recogimos aceitunas en Grecia, limpiamos barcos en algunos puertos… Conseguimos un par de trabajos aquí y allá, para pasar el rato, y nos recorrimos Italia, Yugoslavia, Austria, muchos países diferentes. Luego volvimos a Francia para ganar un poco más de dinero… Ahorramos lo suficiente en tres meses, así que nos fuimos a África, haciendo autostop por otros siete meses y medio.”

Salieron desde Burdeos, bajaron por España y llegaron a Marruecos. Intentaron viajar a Mauritania, pero era la época del Frente Polisario, así que volaron a Senegal, exploraron el país antes de viajar a Malí, Níger, Burkina Faso, Togo, Ghana, Benín y Costa de Marfil. «Hacer autostop era bastante difícil en África.  La mayoría de las veces íbamos a las gasolineras y pedíamos que nos llevaran coches o camiones de ONGs. Recuerdo que una vez recorrimos 700 kilómetros en un camión que llevaba grandes bultos de arroz. No estaba permitido llevar extraños a bordo, pero para el conductor suponía un dinero extra, así que estaban todos los bultos de arroz, pero podías quitar uno y hacerte un espacio en el que podías apretujarte y sentarte, cabían cuatro o cinco personas».

Era 1985 y 1986, no tenían mucho dinero, dormían bajo los puentes o al lado de la carretera, a veces conectaban con algún local y se quedaban en su casa.

«Cada día era una nueva aventura, no sabíamos cada mañana adonde dormiríamos por la noche y eso me encantaba. Incluso hoy me cuesta planificar mis vacaciones, dar una fecha fija de cuándo salgo y cuándo llego, va en contra de mi naturaleza».

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Estas experiencias fueron fundamentales para Luc, precursoras de su larga carrera como productor de documentales. Ha trabajado en más de 70 documentales por todo el mundo, con la naturaleza siempre como protagonista. Esta carrera, otra aventura, comenzó cuando regresó de África.

“Estuve tomando notas del viaje a África, así que al final escribí una historia de lo que habíamos vivido… Fui a París y pensé, bueno, ya escribí la historia, qué hago ahora con ella. Fui a donde un vendedor de revistas y le pregunté al tipo, le dije, no tengo mucho dinero, necesito coger los números de teléfono… Entonces como por 20 minutos miro en una revista, okay este es el número, luego otra revista… Y entonces me fui a una cabina telefónica, porque no había teléfonos celulares en aquella época, y llamé a todos los periódicos y revistas, y la primera que me dijo bueno, quizás puedes venir esta tarde si quieres, se llamaba VSD, era una gran revista de viajes en aquella época… Así que me fui allí, subí las escaleras para tener una cita con una persona que se llamaba Camille Scoffier… Las historias de esa revista en ese momento eran más sobre las fotos, el texto era algo secundario. Ella revisó mis fotos, pero como los rollos habían estado ocho meses dentro de una mochila, cuando los revelamos todo estaba como amarillo, quemado por el sol, así que las fotos no eran publicables… Entonces salí del edificio, y a veces la vida cambia por tan sólo unos segundos, porque estaba en la calle y no tenía nada que hacer después… Si hubiera tenido que quedar con un amigo o cualquier otra cosa que hacer, hoy no estaría aquí, porque lo que pasó fue que dije bueno, les mostré las fotos y no funcionó, pero, ¿y el texto?”

Estos momentos de casualidad o destino son a menudo un elemento protagonista de las historias de la vida de Luc, y reflejan la fuerza de su intuición.

“Así que volví a subir, volví a donde la misma periodista, Camille, y le dije, ¿podrías echarle un vistazo al texto? Sólo para saber si tengo que seguir adelante con lo que he escrito o si no está bueno del todo y debería pensar en algo más. Entonces ella leyó lo que había escrito, me miró, y me dijo, ¿te interesa el periodismo? Esa pregunta salió de la nada, yo en verdad sólo quería vender esa historia para conseguir algo más de dinero y dedicarme a otra cosa. Y naturalmente le dije que sí – la mentira, el bluff que uno hace cuando es joven – sí, claro, por eso lo escribí.”

Esta conversación dio lugar a una reunión al día siguiente con el jefe de redacción de la revista, y aunque Luc estaba emocionado, enseguida pensó que un trabajo podría interponerse en sus aventuras, ya que un amigo había invitado a Luc a ayudarle en un trabajo como topógrafo en el Caribe. El jefe de redacción le ofreció a Luc un trabajo con un periodo de prueba de tres meses, que podía llevarle a un puesto permanente en la revista. “Le dije, vale, esto está muy bien, pero en realidad, como el periodismo es lo que realmente tengo en mente (otra vez, un gran bluff), había planeado irme dos meses a Estados Unidos para ver cómo lo hacen los periodistas americanos, sólo para mejorar y saber cómo trabajan. Y me dijo que sí, pero si me iba podían encontrar a otra persona. Y le dije okay, asumo el riesgo.”

Así que una vez más Luc eligió el camino de la aventura, y consiguió trabajo en un barco que partía de la costa de Bretaña. El barco viajó hasta Portugal, a Madeira y a las Islas Canarias, antes de cruzar el océano Atlántico. Llegó a Martinica y siguió hasta San Martín para reunirse con su amigo. Trabajó dos meses como topógrafo, yendo de isla en isla en pequeños aviones de cuatro puestos, trabajando por todo el Caribe. Justo antes de regresar a Francia, llamó al jefe de redacción de VSD para seguir con su bluff. «Le dije que sí, que había sido estupendo, que el periodismo era lo que quería hacer, que había aprendido mucho en Estados Unidos», pero la revista había encontrado a alguien más para el puesto. «Así que le dije, vuelvo a Francia de todas formas, o me voy a otra revista o me dejas hacer una prueba allí, y debido a mi convicción y todo eso me dijo que estaba de acuerdo, que me incorporara. Así que me fui allí para hacer un periodo de prueba no remunerado en la revista por tres meses, sabía que era algo que no me podía perder». 

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El puesto no era tan práctico como se lo habían vendido antes. “Solamente ayudaba, hacía cafés, hacía fotocopias, oh necesito este artículo de este periódico. Pero como había ya otra persona,” la que había aceptado el trabajo que a él le habían ofrecido en un principio, “tenía que demostrar que era mejor. Entonces viví en la revista por tres meses: llegaba a las siete de la mañana y me quedaba hasta la medianoche. Llegaba con el primer periodista y me iba con el último, iba los sábados, iba los domingos. Estaba siempre ahí, y me encantaba. Era una nueva experiencia… fue muy emocionante para mí.”

Otra vez, le surgió un golpe de suerte, del destino. “Estaba un domingo en la revista, sonó el teléfono, aló, da da da, y resulta que era el gran presidente de la revista François Siegel, y me dijo Luc, hay alguien en la oficina? Es François, el gran periodista, el de las noticias. Y le dije, no, no hay nadie aquí ahora.” Otra vez, la suerte del momento. “No había ni internet ni celulares, entonces el presidente no tenía cómo contactar a los periodistas que necesitaba. Dijo, no puedo encontrar a nadie, nadie está en casa, entonces escúchame, tengo una entrevista exclusiva con las dos personas que dirigieron la operación Rainbow Warrior.”

Para los que no saben o no se acuerdan, el Rainbow Warrior era parte de la flota de barcos de Greenpeace que hacían campañas en contra de la caza de ballenas y focas en los años setenta y ochenta. También estuvo involucrado en las protestas en contra de los ensayos nucleares por parte de Francia en el sur del océano Pacífico, cerca del atolón Mururoa. Como respuesta a las acciones llevadas a cabo por el Rainbow Warrior en contra de las operaciones francesas, agentes de la inteligencia exterior francesa colocaron explosivos en el barco mientras estaba anclado en Auckland, que eventualmente fueron detonados, haciendo que el Rainbow Warrior se hundiera. La operación fue dirigida por Dominique Prieur y Alain Mafart, y Luc fue quien se encargó de su primera entrevista después de su juicio.

«François me dijo que fuera a su mesa, me dijo: este es el código, abres el cajón de la izquierda, ahí hay una carpeta, lees todo eso y estás listo en dos horas. Entonces fui, leí todo el documento, nunca había leído tan rápido, tomé notas y preparé mis preguntas al mismo tiempo. Ding dong, llegan los militares con el par, y les hago la entrevista. La gente se va, escribo mi artículo, escribo de la noche a la mañana, estaba muy emocionado. Y entonces el presidente me llama y me dice, gran artículo. Luego salió en la prensa el día después, y todos los medios de comunicación en Francia se enfocaron en la entrevista. Mi nombre salió en todos los grandes noticieros, ‘el artículo de Luc Marescot’, salió en la radio, fue una locura. Así que ese mismo día fui a comprar una caja de champán, 12 botellas, y se las llevé a la oficina. Era mi manera de decir ahora estoy en su equipo, soy uno de ustedes».

Luc Marescot frente a un lago en medio del bosque de Brocéliande, en Francia.

A Luc le ofrecieron un puesto permanente, y trabajó como reportero en la revista por los dos años siguientes. Viajó por todo el mundo cubriendo historias de deporte, aventura y viajes. «Fue una época muy bonita», pero a pesar de que el trabajo apoyaba sus exploraciones, cuando un amigo lo invitó a unirse a otra aventura, no pudo decir que no.

«Conocí a un tipo que quería darle la vuelta al mundo por dos años en dos coches antiguos. Me cayó bien el tipo y la forma en la que hablaba de este viaje,  entonces le dije, tu historia es bonita, tal vez le haga un artículo en la revista. Y así lo hice… y un día me vio y me preguntó, ¿quieres venirte con nosotros? Deberías subir a bordo». A esas alturas, Luc y el tipo, Eric Massiet, se habían hecho muy amigos, así que la invitación no le sorprendió: «Tardé un día en decidirme. Era algo más grande que otras experiencias, así que dije vale, voy, dejo la revista y te sigo. Y mis amigos, mi familia, mis padres, todo el mundo, me dijeron estás loco, tienes uno de los mejores trabajos de la historia, tienes un buen sueldo, viajas por todo el mundo, pero yo les dije, sí, pero esto es más que libertad… quiero arriesgarme en esto… Tuve una loca intuición de que ese era el camino que tenía que seguir». Luc dejó su trabajo «en muy buenos términos» y en julio de 1988, junto con Eric, Yann Vrignaud y Thierry Barbier (que más tarde fue sustituido por Toff Hermenier), emprendió en dos Citroën antiguos un viaje que duraría dos años alrededor del mundo.

«Decidimos partir de Canadá y Estados Unidos, porque si alguna pieza de los coches se dañaba, iba a ser más fácil arreglarla en Norteamérica que si empezábamos, por ejemplo, en África o algún otro lugar. Así que enviamos los coches en contenedores por carga a Halifax, Canadá, y empezamos desde ahí. Recorrimos Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica. Luego enviamos los coches a Australia, y de Australia fuimos a Singapur, Malasia y Tailandia. Intentamos entrar a China, pero nos lo prohibieron porque no podíamos cruzar la frontera con nuestros coches personales, tampoco podíamos entrar en Birmania por la misma razón, así que tuvimos que volver a Singapur y luego enviar los coches a la India.

«Hicimos una larga gira por la India, nos encantó, quiero decir, fue un shock, sobre todo viniendo de Australia, Singapur y Malasia… Fue increíble. Luego intentamos atravesar Pakistán, pero en ese momento estaba prohibido», debido a la situación política, «así que volvimos a Bombay y enviamos el coche a Kenia, a Mombasa. Luego pasamos por Uganda, Ruanda, Burundi, Zaire y el Congo Belga -así se llamaban entonces-, Gabón, Camerún y Nigeria… Algunos amigos vinieron a pasar las Navidades con nosotros en Benín, y algunos se quedaron con nosotros para volver por el desierto… Níger, Argelia, Marruecos, España y, por último, Francia. Y creo que todo lo que hice en mi vida realmente empezó ahí. Evidentemente ya había hecho autostop por África y Europa, pero esta expedición fue realmente el comienzo de muchas cosas que ocurrieron después. 

Luc Marescot sostiene su cámara y hace una foto frente a un lago en medio del bosque de Brocéliande (Francia).

«Fue entonces cuando empecé a entender la humildad… Conocimos a tanta gente extraordinaria que vivía en el monte, en lo más profundo del bosque, sin hacer ruido, siendo simplemente las personas más extraordinarias que había visto, en mi opinión, mucho más sabias que la gente que veía en la ciudad calculando su jubilación, calculando sus inversiones, calculando ese tipo de cosas. No sé el porcentaje, pero la mayoría de la gente hermosa que conocí tenía siempre una gran conexión con la naturaleza. Ya lo había entendido cuando hice ese viaje en autostop por Europa y África, pero en aquella época yo era más bien un joven loco que quería vivir experiencias, no me dedicaba tanto a escuchar, sino a descubrir con los ojos, ah sí, esto es esto y esto es esto, pero no tanto a escuchar. También habíamos convertido este viaje por el mundo en una experiencia de prensa, creamos la estatua de la agencia de prensa itinerante, y nos afiliamos a la agencia Gamma de París y a muchos periódicos diferentes, así que estamos allí viajando para escuchar, no sólo para absorber». 

Aunque siguió escribiendo durante estos dos años, Luc también le puso un énfasis a su fotografía. «Ya era aficionado a la fotografía, pero cuando empezamos la gira mundial pensé que era una buena oportunidad para dar el siguiente paso». Y ese paso le llevó a la siguiente etapa de su carrera, la producción de documentales.

A lo largo de la gira se les unieron amigos en algunas partes del viaje. Uno de estos amigos quería hacer una película sobre los viajes del grupo, «no tenía productor ni dinero, pero lo queríamos como amigo, así que le dijimos bueno, da igual, con algo de nuestro dinero puedes pagarte los billetes de avión y luego vienes y comemos más pasta». Así que se unió a ellos por dos o tres semanas, y luego volvió a unirse, y otra vez, hasta que terminó uniéndose a ellos siete veces para filmar diferentes partes de sus viajes. Con el tiempo, la historia despertó interés y un programa de televisión popular, Ushuaïa de l’Extrème, accedió a compartirla. El programa se emitió en la televisión francesa durante casi 25 años -más tarde pasó a llamarse Ushuaïa Nature-, apoyado por su numerosa y fiel audiencia. “Había entre siete y ocho millones de televidentes cada sábado, un gran programa, quiero decir, hoy en día no se consigue una audiencia así excepto para la final de la Copa del Mundo, y nos hicieron tres reportajes…  Cuando volvimos, a Nicolas Hulot,” el presentador, que llegó a ser el Ministro de Medio Ambiente de Francia, «le gustó nuestra forma de viajar por el mundo, así que nos invitó a su casa, cenamos, y yo me tiré otro bluff: le dije, Nicolas, yo soy operador de cámara, ¿podría unirme a tu equipo? Y entonces Nicolas me dijo que el equipo ya estaba formado y que no había mucho hueco para encajar, pero que quizá un día me lleven a probar y a partir de ahí ya veríamos».

Un mes y medio después, Luc recibió una llamada. «Me dijeron que nos íbamos a las Canarias, me invitaron a bordo para hacer una prueba como parte del equipo de apoyo de cámara y supe, como pocas veces en mi vida, que en ese momento no podía meter la pata». Así que Luc alquiló la cámara que utilizaba el equipo y se dedicó todo un fin de semana a entender cómo utilizarla. «Llamé a algunos amigos de amigos que sabían de estas cámaras para que me ayudaran, quería aprender a manejarla», luego Luc fue a ver al director del programa, «y le pregunté: qué quieres, cuál es tu idea, cómo quieres contar la historia y tal». La historia se centraba en Nicolas, el presentador, viajando con un científico a través del Atlántico en un globo aerostático propulsado por una bicicleta. «Pensé en tomas de cámara que fueran especiales, había escrito una lista de 30 tomas diferentes de las habituales que hacía el equipo, y casi todas de las 30 tomas que propuse se utilizaron. Así que pasé a hacer trabajos de cámara para todos los directores de ese programa, y fue genial porque pude visitar todos los continentes del mundo. Fuimos a muchísimos lugares diferentes, y había dinero para hacer un trabajo bien hecho».

Eventualmente Luc se convirtió en uno de los directores de Ushuaïa Nature, y trabajó en el programa por 22 años, mientras creaba sus propios documentales por su cuenta. A través de este trabajo se conectó profundamente con el mundo natural, formando una relación con los diferentes biomas que visitaba regularmente.«Decíamos: volvamos a ese lugar, era tan hermoso, y ahora tenemos mejor tecnología para filmarlo mejor. Así que cinco o diez años después volvíamos a un lugar y veíamos el daño que se había hecho, por el clima, por las petroleras, por el turismo, por tantas cosas. Al principio no éramos ecologistas en absoluto, sólo nos divertíamos viajando por el planeta, disfrutando de la hermosa naturaleza, de lugares remotos y todo eso, pero poco a poco fuimos tomando conciencia de lo que le pasaba a la naturaleza, y cada vez se ponía peor».

Luc Marescot está en el centro de la foto, con una cámara en la mano, filmando a una multitud reunida en la UNESCO de París.

Este cambio de conciencia surgió para Luc con el cambio de siglo, «fue alrededor de 2002», cuando estaba en una misión en Groenlandia. «Estaba trabajando con Jean Jouzel», el Presidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), «y compartimos tres semanas juntos en Groenlandia, incluso excavamos nuestra oficina, el lugar en el que trabajábamos en el hielo. Había una cúpula por encima para dormir, pero todo el trabajo se hacía bajo el hielo… Hacía 32 grados bajo cero en esa oficina. Lo recuerdo porque cuando queríamos filmar allí… teníamos que llevar todos los cables para el monitor, para todo el equipo en nuestros abrigos… y en menos de 40 segundos los cables se congelaban y ya no podías moverlos, así que tenía que ser muy rápido el proceso, desde que aún estaban calientes bajo tu abrigo hasta que los colocabas en el espacio… Y probablemente empezó ahí, cada vez que íbamos a lugares veíamos el daño que se hacía a la naturaleza».

A través de su trabajo, y conociendo a gente como Jean, Luc desarrolló una profunda comprensión de lo que le estaba ocurriendo a nuestro medio ambiente. «Jean Jouzel decía que ni siquiera podíamos decir lo que va a pasar realmente porque le vamos a provocar pánico a la gente». Actualmente estamos viviendo lo que él predijo y compartió conmigo hace 20 años, y además me dijo que iba a ser exponencial: primero aparecerán las malas noticias y luego será como un juego de dominó. Dijo esto en, debe haber sido algo así como 2002 o 2003, hace como 20 años, y me dijo que no podíamos decírselo a la gente porque al principio no lo creerán».

Luc no necesitaba que lo convencieran, porque lo estaba viendo con sus propios ojos. Había viajado a Botsuana para filmar una manada de flamencos: «Lo habíamos organizado todo, fuimos como con tres meses de antelación, vale, todos los flamencos están allí, en su nido, y el fixer (el contacto local que ayuda a organizar el rodaje en el lugar donde se piensa filmar) nos dijo que fuéramos el día 10, porque normalmente estas cosas se pueden seguir como un reloj. Así que el fixer fue a revisar a los flamencos el día 8, en el lugar donde se suponía que íbamos a rodar, y entonces recibimos un mensaje diciendo que teníamos un problema, que los pájaros se habían ido. Y nos preguntamos, qué demonios, porque Ushuaïa era un programa que costaba un millón de euros, éramos un equipo de unos 15 o 18 (el equipo más grande que tuve fue de 26), estábamos tratando con una gran máquina, y al principio ni siquiera queríamos decírselo al presentador. Así que tenía a mi confidente y le dije, qué vamos a hacer, porque todo, toda la historia, trata de flamencos, y todos han desaparecido. Así que tenía dos sentimientos: está, por un lado, la preocupación por mi trabajo y qué iba a hacer, y por otro lado el sentimiento por la naturaleza, que era como, joder, tenemos que hacer algo para contarle a la gente lo que está pasando en el mundo. Recuerda que esto fue hace 20 años, nada comparado con lo que vivimos ahora. Si dices eso ahora la gente diría, sí, lo sabemos, pero hace 20 años a la gente le daba igual. Recuerdo que en esa época aburría a mis amigos, porque el único tema del que quería hablar cuando volví del rodaje era ese… Recuerdo tantas discusiones, de no creer lo rápido que se estaba acelerando el cambio climático, así que sentí mucha tristeza, una profunda tristeza, y me preguntaba: ¿qué podemos hacer al respecto? Incluso hablando con amigos y familiares y directores de cine que trabajaban en otros temas, nadie se creía realmente que lo que estaba ocurriendo fuera tan grave».

La dificultad para comunicar la gravedad de lo que Luc estaba presenciando inspiró un cambio en el trabajo cinematográfico de Luc. «Los flamencos tienen nidos de unos 20 centímetros de alto, redondos como una tarta, y había decenas de miles de ellos vacíos. Así que dijimos ‘bueno, vamos a hacer que el presentador camine por este lugar… y será como si caminara por una ciudad fantasma… y entonces presentamos el monólogo de apertura del programa y el presentador estaba en medio de la zona de los flamencos y todos se habían ido, sólo quedaban unas pocas crías que morirían de calor, y así empezamos con un momento más dramático explicando lo que ha pasado».

«Creo que cada vez durante los últimos 10 años», el programa dejó de filmarse en 2011 pero se proyectó por última vez en 2014, «creo que en los últimos 10 años del programa, cada vez decíamos algo así como, ‘mira la hermosa naturaleza que está desapareciendo, mira la hermosa naturaleza que está desapareciendo’. Así que habíamos empezado a trabajar para Ushuaïa Nature, y seguíamos diciendo ‘mira la belleza de la naturaleza’, y el lema del presentador, Nicolas, era «si la gente ama algo, querrá protegerlo», y todos confiábamos en eso: si aman algo van a protegerlo. Pero no funciona. A lo largo de los años no funcionó porque hicimos que la gente amara muchas cosas, pero nunca tuvieron contacto real con esos lugares, los miraron a través de la ventana de una televisión, y cuando apagaron la televisión, volvieron a su propio territorio, a su propia tierra».

Luc Marescot está de pie detrás de una cámara, con un auricular en la oreja izquierda, filmando entre una multitud de personas reunidas para la IV Conferencia Indígena de Ayahuasca en Acré, Brasil.

Cuando terminó su trabajo en Ushuaïa Nature, Luc se centró en hacer sus propias películas. Sabiendo ya que hacer énfasis en la belleza de la naturaleza no funcionaba, intentó enfocarse más bien en su destrucción. Ese estilo es a lo que Luc llama «películas ansiosas». Luc formó parte de una tendencia de directores que se enfocaron en comunicar el cambio climático de esta manera. Trabajando con científicos, decíamos: «Oye, tenemos que decírselo a la gente», así que les tratamos de dar todas las malas noticias sobre el proceso de destrucción pero no funciona, porque la gente prefiere mirar para otro lado. Y creo que es porque nos olvidamos de lo que somos, somos simios, primates, y si nos fijamos en los grandes simios, nuestros primos, cómo evolucionan, sólo progresan imitando lo que han aprendido de los mayores. Entonces eso significa que los simios sólo progresan a través del ejemplo. Así que tenemos un problema. Deberíamos tener programas de televisión que muestren buenas soluciones, programas de televisión que den esperanzas, buenas noticias, para que la gente quizá tenga una puerta abierta hacia dónde ir, pero estamos construyendo una pared de malas noticias y no sabemos cómo afrontarla».

Este enfoque en soluciones conectó a Luc con el guardián de bosques Mundiya Kepanga, un líder papú de la región de Tari en Papúa Nueva Guinea (en la foto de abajo con Benki Piyãko), para crear la película Brothers of the Trees en 2017, que codirigió con Marc Dozier. La película se centraba en la deforestación sufrida por los bosques papúes por los madereros ilegales de Malasia y China, siguiendo a Mundiya en su intento de comprender adónde van a parar todos los árboles. La película dio fuerza y notoriedad al jefe papú e inspiró al gobierno de Papúa Nueva Guinea para restringir la tala ilegal en su territorio, lo que llevó a reducir de 300 a menos de 50 los lugares de tala ilegal. Luc asegura que «el documental en sí no hizo esto, pero fue el catalizador del efecto dominó que condujo a esto». 

También llevó a que la cadena de televisión francesa Arte, productora de la película, decidiera hacer más películas con otros guardianes de la selva, lo que llevó a Luc a viajar a la selva amazónica en septiembre de 2022 para filmar a Benki Piyãko, líder espiritual y político del pueblo Ashaninka. Luc documentó el trabajo de Benki en el Instituto Yorenka Tasorentsi, cerca de Marechal Thaumaturgo, en el estado brasileño de Acré. Esta película es uno de los cinco documentales en los que Luc trabajó en 2022, un periodo de mucho trabajo que le dio espacio para centrarse en un proyecto que ha estado cultivando durante las dos últimas décadas, un largometraje titulado The Botanist.

Mundiya Kepanga y Benki Piyãko, uno al lado del otro con trajes tradicionales, posan para una foto en la UNESCO en París.

«A principios de los años 2000, entendí que los documentales los veían personas que ya están convencidas, que ya quieren proteger nuestro hábitat, y pensé que para llegar a nuevos públicos, el cambio vendría más de las emociones que de los argumentos. La emoción es la manera para hacer que la gente cambie sus comportamientos… la gente se mueve cuando las emociones cambian su forma de pensar. Es como, digamos que tienes un tipo de derechas, otro de izquierdas, y están en una cena familiar o en una charla de oficina. Cada uno va a soltar todos sus argumentos, luego se separan, vuelven a casa con su familia, y no han cambiado lo que piensan de la cosa que discutieron. Pero si uno de los dos tiene una historia personal que conmueve al otro, puede haber un entendimiento». Este pensamiento inspiró a Luc para centrarse en la ficción. «Creo que el largometraje, el cine, tiene más poder para emocionar que el documental, aunque algunos documentales produzcan grandes emociones, pero lo natural es que la gente, cuando mira Netflix, busque historias alejadas de su vida, quiere que le cuentes un cuento, que le asustes, que le entretengas. Así que para mí, el largometraje tiene más poder para crear cambios».

Es su intento de hacer lo que puede. «No me siento el salvador del mundo, sólo quiero hacer lo que pueda para aportar mi granito de arena». Es todo lo que cualquiera de nosotros puede hacer mientras avanzamos hacia un horizonte desconocido.

Luc Marescot lleva una gorra mientras está de pie en un jardín, con ropa para lo que parece ser tiempo frío, mirando hacia otro lado de la cámara que revela su perfil.

Anton Rivette es un escritor y fotógrafo. Dirige el área de storytelling de eco-nnect.

Este artículo fue traducido por Sarah Camhi. Hace parte del equipo de eco-nnect desde el 2020.

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