Un tranquilo lunes por la mañana tomé un Uber para encontrarme con Joahna Hernández, directora de marketing de arca tierra, un proyecto de rehabilitación de chinampas en Xochimilco. Mientras me dirigía al sur desde el centro de la Ciudad de México a las 7 de la mañana, me sorprendió que solo me tomara 30 minutos llegar a los humedales canalizados.
“Aquí sembramos agua y cosechamos sol.”
El 11% de la biodiversidad de México se encuentra en Xochimilco, un pueblo que antiguamente alimentaba a los ciudadanos de Tenochtitlán, la capital del Imperio Azteca, y que hoy en día es la Ciudad de México. Aunque reconozcan Xochimilco, es posible que no conozcan estos detalles, ya que Xochimilco es conocido, sobre todo, por sus trajineras (balsas de madera) de colores, donde los turistas beben cócteles mientras escuchan música tradicional y recorren los últimos vestigios que quedan del lago de Texcoco, que antiguamente inundaba el Valle de Anáhuac. La historia de Xochimilco es mucho más profunda que los cócteles que se sirven en vasitos de plástico. Los xochimilcas llevan más de mil años viviendo en el valle, y fueron la primera de las siete tribus nahuatl que ocuparon la zona del lago. Se extendieron por el valle y sobrevivieron en el lago, desarrollando una tecnología agrícola conocida como chinampas.
“La idea que hay detrás de arca tierra es doble: colaborar con los agricultores locales para la recuperación de la producción agrícola en la Ciudad de México, y la preservación del conocimiento ancestral que se encuentra detrás de las chinampas. Y déjame decirte que no es un trabajo fácil cuando el país está dominado por el agronegocio industrial.”
“Lucio Usobiaga, fundador de arca tierra, siempre dice que las chinampas son el mejor ejemplo de cómo los seres humanos pueden ser fuerzas del bien y crear más vida y más biodiversidad. Estamos en una época en la que escuchamos mucha negatividad, que el ser humano es lo peor que le pudo haber pasado al planeta, pero aquí ese no es el caso. Quiero decir que las chinampas son la prueba realmente de que la intervención humana puede ser positiva, siempre y cuando dejemos de ponernos en el centro de todo. Por ejemplo, aquí el centro, el objetivo, es generar salud a partir de la biodiversidad.”
“Se dice que Xochimilco antiguamente alimentaba la ciudad de Tenochtitlán, que contaba con más de 250.000 habitantes. Aparentemente solían cosechar maíz siete veces al año. Una locura, ¿verdad?”
En comparación, hoy en día la agricultura industrial sólo puede cosechar maíz una vez al año.
“Una chinampa es una técnica agrícola que utiliza los sedimentos del lecho del lago para crear huertos concentrados a lo largo de las orillas de los humedales. La palabra chinampa viene del Náhuatl chinamitl, que significa rodeado de raíces. Esto se debe a que la tierra está llena de materia orgánica, que a su vez es gracias a los árboles endémicos, como los ahuejotes o el sauce llorón, y a los volcanes que la rodean. Durante más de 3.000 años, el agua del deshielo de los volcanes alimentó esta tierra con minerales y nutrientes. El lecho del lago, rico en nutrientes, hace que el suelo sea increíblemente fértil, razón por la cual los Xochimilcas crearon el método de la chinampa para poder sembrar varios cultivos y poder recoger muchas cosechas en pequeñas extensiones de tierra.”
Mientras subimos a nuestra trajinera, que avanza lentamente hacia una zona más profunda de los humedales, me doy cuenta de que la mayor parte de las tierras se han convertido en canchas de fútbol y quedan muy pocas dedicadas todavía a la agricultura. Sin embargo, al llegar a la chinampa de arca tierra, se vuelve obvia la importancia de mantener esta tecnología ancestral: la tierra está llena de vida, con una multitud de cultivos, flores y polinizadores que nos dan la bienvenida.
“Muchos científicos que han hecho pruebas del suelo aquí nunca pueden creer la cantidad de vida que hay en la materia orgánica. Es por esto que la germinación en una chinampa es más rápida. Aquí tenemos al menos 50 plantas de cinco especies diferentes en un metro cuadrado, para aprovechar este suelo tan increíblemente fértil.”
En la actualidad, Xochimilco abarca 12.517 hectáreas, de las cuales menos de 1.000 se siguen dedicando a la agricultura chinampera. Joahna me explica que varios chinamperos han abandonado sus tierras en busca de oportunidades laborales más rentables en la ciudad. El objetivo de arca tierra es demostrar que una chinampa puede seguir siendo un modelo económico próspero y sostenible para la comunidad local.
“Arca tierra es un lugar totalmente colaborativo y experimental. La idea es que todo lo que hacemos aquí pueda ser reproducido en otros lugares. Y por esta razón hemos puesto en marcha una escuela de agricultores. Vamos a conceder ocho becas, y cada estudiante recibirá una educación completa de agroecología, así como formación en igualdad de género. Una vez que se gradúan, la esperanza es que trabajen en una chinampa o rehabiliten la suya propia. De este modo, cada estudiante puede generar más puestos de trabajo mientras garantiza la conservación de estos conocimientos. La idea aquí es que las chinampas se conviertan en un trabajo permanente, y no en trabajos agrícolas temporales, demostrando que los agricultores pueden mantener plenamente a una familia.”
Aunque sus principales ingresos provienen de la venta directa de productos a restaurantes y tiendas en la ciudad y de la gestión de un programa de agricultura apoyado por la comunidad (CSA), Joahna mencionó varias actividades diferentes de las que participa arca tierra, aparte de la agricultura regenerativa. Su chinampa puede alquilarse para celebrar eventos privados, que a menudo consisten en desayunos al amanecer cocinados en hornos tradicionales de fuego abierto por chefs locales, y también invitan a niños de edad escolar una vez al mes para que aprendan sobre el método de cultivo de la chinampa.
“En Xochimilco no hay árboles frutales, por lo que también trabajamos con una red de 35 familias campesinas de otras comunidades para proveer también de frutas a nuestros clientes. Nuestras cestas del CSA siempre vienen con lo básico de una dieta mexicana: cebollas, tomates, chiles y ajos. Y todo lo demás es de temporada. A través de nuestras cestas también nos gusta presentarle a la gente sabores perdidos, añadiendo a las cestas variedades de verduras que normalmente no se encuentran en las estanterías de los supermercados.”
La homogeneización de los alimentos es un problema mundial. Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), el 75% de la comida del mundo se genera a partir de sólo 12 plantas y cinco especies de animales, a pesar de tener más de 20.000 plantas comestibles de donde elegir.
“Lucio pasó el fin de semana pasado en su huerto experimental, en donde guarda semillas y reproduce ciertas variedades. Siempre comparte sus hallazgos con nuestra red de agricultores para fomentar la biodiversidad.”
Esto me recuerda al movimiento de conservación de semillas que está creciendo en todo el mundo. ¿Sabías que más del 60% de las semillas del mundo están controladas por solamente cuatro empresas agroquímicas? Es hora de recuperar el control del sistema alimentario, y, por tanto, también de nuestra salud. Por eso, esfuerzos como el de Lucio son imprescindibles para estimular la biodiversidad en nuestras dietas, ahora tan insípidas.
Mientras regresábamos al muelle, pudimos observar unas 10 especies diferentes de aves migratorias. Teniendo en cuenta la proximidad a la que estábamos de una de las ciudades más grandes del mundo, fue un espectáculo increíble.
Le pregunté a Joahna si los humedales eran totalmente naturales, si eran los últimos vestigios del lago Texcoco.
“No. Cuando los españoles empezaron a secar el lago Texcoco y la ciudad se urbanizó cada vez más, se perdió el flujo naturales del agua, y el aumento de la actividad humana contaminó lo que quedaba del lago y de los ríos. El lago se secó por completo en el Siglo XX, y para 1950 los ríos de la ciudad estaban todos entubados y cubiertos de cemento. Así que el agua que llegaba a Xochimilco se contaminó mucho. Eventualmente hicieron que el agua pasara por una planta de tratamiento, que es el agua que se ve hoy. “
Tenochtitlán, la ciudad azteca a la que llegaron los españoles, estaba construida sobre una isla rodeada por seis lagos y ríos interconectados. Los aztecas gestionaban un complejo sistema hidrológico, que incluía un dique de piedra, capaz de controlar el paso del agua y minimizar las inundaciones. Tras la conquista, los españoles destruyeron el dique, provocando una serie de inundaciones devastadoras que incentivaron a los conquistadores a empezar a secar el lago. Para la década de 1950, los últimos ríos que quedaban en la ciudad – Mixcoac, Churubusco y San Joaquín – fueron entubados y enviados bajo tierra. Hoy alojan el sistema de alcantarillado de la ciudad.
Arca tierra tiene ambiciosos planes: seguir rehabilitando el arte agrícola perdido de las chinampas, seguir alimentando a la Ciudad de México con agricultura regenerativa y productos sanos, y empoderar plenamente a la comunidad local para que viva de sus conocimientos y de su tierra. Pero tal vez su objetivo más emblemático sea la eventual reintroducción del ajolote en su hábitat natural. El ajolote es una salamandra acuática que sólo se encuentra en Xochimilco, y es famosa por su capacidad de regenerar órganos, como su médula espinal, su corazón, sus extremidades y partes de su cerebro. Hoy en día se estiman que existen 50-100 ajolotes en estado salvaje (aunque haya más de 1 millón en cautividad).
“Tenemos biofiltros en los canales para limpiar los pantanos y animar a las aves a comer las carpas que llevaron a los ajolotes a su extinción funcional. Esperamos que a través de este método podamos eventualmente reintroducir al ajolote en todos los canales y que con el tiempo pueda volver a prosperar entre las riberas de Xochimilco.”
Arca tierra es el ajolote de la Ciudad de México. Es a través de proyectos como éste que la ciudad regenerará su corazón y sus extremidades, preservando el conocimiento ancestral y proporcionando oportunidades económicas al tiempo que crea un ecosistema biodiverso. Es un modelo a estudiar y replicar.
Isabella Cavalletti es tejedora de historias y cofundadora de eco-nnect.
Este artículo fue traducido por Sarah Camhi. Hace parte del equipo de eco-nnect desde el 2020.