La muerte es la fuente de la vida

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Michael Kennard es un ser energético.

Dice que es tímido, consciente de que su visión del mundo difiere de lo que muchos llaman “la norma”, pero cuando habla, si tocas un tema que le interesa, su pasión es evidente. De niño, la gente lo describía como muy pequeño, pero muy ruidoso. “Me emocionaba y a veces me metía en problemas por hablar en clase.” Así que intentó dominar esa parte de su personalidad y adoptó los comportamientos de la comunidad y cultura que lo rodeaban. Era un buen estudiante sin aplicarse de verdad, inseguro del camino que quería tomar. Después de la escuela, estuvo a la deriva entre trabajos: “Trabajé en un gimnasio, en un centro de ocio, trabajé en tiendas, en realidad no tenía ninguna dirección en mi vida. Jugaba videojuegos, socializaba un poco.” Eventualmente encontró trabajo como aprendiz de su padre, convirtiéndose en electricista. “Todos los días íbamos a Londres desde Brighton, trabajábamos en vallas publicitarias por todo Londres, a veces en otras partes del país, a veces incluso hasta en Escocia, pero en el día a día trabajábamos poniendo luces en cajas de metal que iluminaban por la noche esas vallas que dicen mira esta película, o compra esta basura… Cuando miro hacia atrás ahora, iba como en piloto automático, o sonámbulo por la vida, era como ‘consigue un trabajo, alquila un piso, consigue estas cosas, compra un coche y cásate.’”

 

Michael Kennard está de pie en medio del solar de su negocio, Compost Club. Detrás de él, los árboles de un parque lejano.
Michael Kennard.

Estaba viviendo su vida sin pasión, había reprimido el entusiasmo que alguna vez lo llenaba – “no tenía la confianza en mí mismo como para lanzarme, estaba bastante aislado” – y su vida empezó a derrumbarse. “Me separé de una relación muy larga… Dejé de ver gente, dejé de hacer todo. Volví a vivir en una habitación vacía en la casa de mi madre, y sentí como si hubiera tenido una especie de reinicio de fábrica.” En 1994 se encontró con una grabación de Steve Jobs hablando de la vida, de cómo es una entidad dinámica con la que vivimos, algo en lo que influimos y cambiamos. “Eso desencadenó algo, como una intencionalidad en mí.” Seguía trabajando como electricista, pero ya no con su padre: “Me había independizado, instalaba cocinas y baños y reformaba propiedades… No era especialmente satisfactorio, en realidad no le servía a nadie.”

Durante este periodo conoció a su esposa Bella, de quien habla con mucho amor, admiración y gratitud. Bella estaba estudiando psicología y le dio a Michael herramientas que le ayudaron a entender por lo que había estado pasando. “Me di cuenta de que lo que tengo es ansiedad. Así que pude entender las cosas y empecé a superar muchos temas.” Vendió su televisión y empezó a leer a Alan Watts y Krishnamurti. “Krishnamurti fue muy grande, en términos de impulsarme a cuestionarlo todo… Me di cuenta de mi condicionamiento limitado y del hecho de que todo es una idea, que si no te gusta lo puedes cambiar.” Comenzó a cuestionarse su vida, su identidad, básicamente todo en lo que creía y pensaba. “Como, ¿qué eres, quién eres? Vale, soy electricista, entonces piensas, okay, y si pierdes tu trabajo, ¿sigues siendo tú? Sí, okay, entonces no soy electricista.” Este despojamiento de lo que él llama “ideas erróneas” le puso en el camino del auto-descubrimiento. “Necesitaba algo en lo que creer, necesitaba algo que hacer, supongo que estaba buscando algo. Ni siquiera sé si era consciente en ese momento.”

Fue durante esta época cuando a Michael le notificaron que era el siguiente en la lista de espera para conseguir un lote de para un huerto en Race Hill Farm, en Brighton. Siempre había cultivado jardines en los lugares donde vivía: “cultivar era algo que yo ya hacía porque intuitivamente sentía que era lo correcto.” El lote estaba muy cerca de la casa de su abuelo, lo que le acordó una de sus primeras memorias.

“Me acordé de que mi abuelo siempre tenía un invernadero y un montón de pájaros en su jardín, en una gran jaula pajarera, y recuerdo que los pájaros no paraban de cantar. Pero lo que más recuerdo es haber sembrado una semilla con él, un girasol, que creció muy rápido. No iba allí muy a menudo, pero cuando iba ya había crecido un montón… Yo debía de ser muy jóven… Me acuerdo que me emocionaba mucho lo que estábamos haciendo, ensuciarnos… Él era un sabio para mí, me enseñó a sembrar semillas en el abono, a regarlas y a verlas crecer, y mientras crecía teníamos que ponerle un palito y amarrarla para que no se cayera, así que la cuidábamos y la atendíamos, y cuando se acababa esas eran las semillas para el año siguiente… Parecía magia porque entonces yo terminaba con un puñado de semillas a partir de una sola, se sentía como una conexión con una magia de la naturaleza… Me demostró, desde que tengo uso de la razón, que podemos hacer algo positivo, que podemos producir comida.”

En ese momento Michael pensó que lo mejor que podíamos hacer como humanos era hacer la menor cantidad de daño posible. “Tuve la idea de que tal vez los humanos somos como un cáncer para el planeta, un virus que destruye el mundo, y hasta cierto punto es así, pero no todos… Y pensé, bueno, entonces voy a hacer lo menos dañino. Así que transformé un camión de mudanzas y lo equipé con paneles solares. Era una van que funcionaba con diesel pero yo no conducía demasiado, y viví en él por tres años. Y entonces descubrí la permacultura y las prácticas regenerativas, y así me cambió el paradigma.”

Michael vivía su vida, hasta que su trabajo en el huerto comenzó a afectar al resto de su realidad. “Yo pensaba que tal vez deberíamos tener hijos, como que tal vez deberíamos hacer eso y entonces ellos puedan hacer algo de bien para el mundo. La gente que consume en exceso y contamina tiene hijos, y ellos van a aprender a vivir así, entonces pensé que tal vez nosotros también deberíamos tener hijos.” Al poco tiempo, su hijo Cosmo estaba en camino. “Empecé a aprender de psicología infantil, desarrollo cerebral y todo eso, y un tipo me dijo, puedes decirles a los niños todo lo que quieras, puedes tratar de que se comporten de cierta manera, pero en esos primeros años, cuando están formando los comportamientos que resonarán durante toda su vida, están siendo influenciados por lo que él llamaba su tribu de influencia. En esta parte del mundo la tribu se compone principalmente de los padres, porque no tenemos una comunidad de crianza para los niños, por lo que aprenden principalmente de ellos a cómo interactuar con el mundo, qué hacer, cómo hablar, todas esas cosas. Entonces me dije: si quiero que mis hijos tengan un impacto positivo en el mundo, la mejor manera de conseguirlo es ser alguien que tenga un impacto positivo en el mundo.”

Las dos manos de Michael Kennard sostienen el compost vivo que crea. El compost se guarda en una gran bolsa blanca.
El compost vivo.

Como Cosmo estaba en camino y Bella, la pareja de Michael, quería tener un parto en casa, era hora de dejar la van. “Así que alquilamos una casa, estábamos como a 45 minutos de Brighton en un pequeño pueblito.” Hellingly, justo al norte de Hailsham. Era a principios del 2020, el COVID se estaba extendiendo por todo el mundo, empezaron las cuarentenas y se quedaron atrapados ahí. Michael no podía volver a Brighton a trabajar en su huerto, así que comenzó a buscar un nuevo espacio cerca de su nueva casa. Encontró un “terreno deteriorado y horrible”, no era lo ideal, pero pensó que podía poner a prueba todo lo que había aprendido. “Quería demostrar que se podía producir comida en abundancia y que se podía regenerar el suelo al mismo tiempo, para así potenciar la biodiversidad en el suelo y en la superficie, como pájaros e insectos y cosas así, y producir comida saludable en cantidad.” Era un pequeño lote dentro de un terreno más grande, y al dueño le sorprendieron los planes de Michael. “Recuerdo que cuando le describí lo que quería hacer, me hizo una cara con una sonrisita como si no me creyera, y no me enteré hasta más tarde de que él trabajaba a tiempo parcial como agrónomo, recomendando fertilizantes.”

El plan comenzó cuando Michael recolectó cartón de las tiendas que tenía cerca, y lo utilizó para cubrir la tierra. “Luego cubrí la parte superior con montones de estiércol envejecido, y después le eché abono o compost.” Desafortunadamente, el compost no tenía la vida que necesitaba: “Olía a quemado, era negro y algo leñoso. Me habían dicho que era el mejor. Probé con tres diferentes proveedores y todos me dijeron que era el mejor. No tenía el conocimiento que tengo ahora, pero sabía intuitivamente que no era bueno… Me sorprendió que no existiera un buen compost comercial, que fuera casi que estéril… Entonces empecé a hacer compost enseguida. Siempre lo he hecho, pero empecé a estudiar la red trófica o alimentaria del suelo.” Junto con un amigo se inscribió en un curso centrado en las ideas de la Dra. Elaine Ingham. “Es una destacada microbióloga especializada en el suelo, es un aprendizaje increíble”, y a través del curso aprendieron a hacer lo que llaman “BioComplete compost”, compost que contiene la red microbiológica necesaria para regenerar la tierra y que funcione como un suelo vivo.

Michael utilizó este compost en su lote y empezó a plantar. “Todos los marcos de las ventanas de nuestra casa se convirtieron en estaciones de propagación. Compré montones de semillas orgánicas y biodinámicas, todo lo que pudiera conseguir. Me organicé un gran huerto y lo primero que planté fue maíz, fríjoles y calabaza, utilizando el método de las tres hermanas, porque se complementan entre ellas.” Trabajó de un lado de la huerta al otro. “Y lo hice bastante rápido, porque no hacía más que dedicar mis días enteros a este lugar, y el dueño del lote se motivó mucho por ello… Recuerdo que un día me di la vuelta y lo encontré asomándose a la cerca con los ojos bien abiertos, y le pregunté que si estaba bien, y me contestó ‘sí, es que no entiendo cómo funciona esto’ y fue en ese momento cuando me dijo que recomendaba fertilizantes a medio tiempo.”

“Estaba en medio de un terreno que medía como 3 hectáreas, un pequeño lote en el medio, y me decía que en el resto del lote había sólo suelo seco y agrietado… Me decía ‘no lo entiendo, no lo estás regando mucho, no tienes que desherbarlo mucho’, entonces le dije ven, entra, y solamente separé un poco el compost y a menos de una pulgada de profundidad había hermosas lombrices húmedas por todas partes, y obviamente fuera de mi lote podías golpear, separar y hacer lo que quieras, pero tendrías suerte encontrando una sola lombriz, y estaba justo al otro lado de la pequeña cerca. Le dije, estoy trabajando con los procesos naturales. Lo describí como que le estaba sacando el ego de la ecuación, no estaba tratando de imponerle nada a este pedacito de tierra, estoy tratando de administrar el ciclo natural del agua y los nutrientes, y la biología y los animales.

Entonces me dijo, ¿quieres un poco más de espacio? Y yo le dije que sí, que me encantaría tener más espacio… Y así dupliqué el tamaño de mi lote. Así que sólo tuve que abrirme camino. Hice una cama de brassicas, las plantas como brócoli, col rizada, ese tipo de cosas. Planté demasiados calabacines… Todo lo que podía conseguir de semillas lo cultivaba. Digo, qué más, planté montones de acelgas, cebollas, cebolletas, zanahorias, pero zanahorias de arco iris, de diferentes colores. Empecé a sembrar algunos arbustos frutales, grosellas negras, frambuesas, cosas por el estilo. Planté tomates y pimientos en el invernadero, pepinos… Un montón de cosas. Me iba muy bien.”

“Al propietario le sorprendió cómo fui capaz de conseguir esa cantidad de crecimiento, esa productividad, la retención de humedad, las lombrices que habían ahí. Había hasta topos que salían de pequeñas colinas, no me molestaban, simplemente eran como parte del sistema. Quiero decir, están aquí porque todas las lombrices están aquí… Y mi huerta estaba en medio del lote grande, y podían detectar todo esto, y estaban entrando a esta zona de actividad… En un momento tuve unos gusanos que se estaban empezando a comer las raíces de algunas de las plantas, que no era lo ideal, pero la cosa que se los come a ellos vendrá, los nematodos depredadores que son parte de la microbiología y de los que yo no sabía nada en el momento. Yo estaba hasta ahora aprendiendo de esto mientras organizaba el jardín… Tuve que comprar un tipo particular de nematodo que se pone en el agua y se riega el jardín con eso, y así se ocupan de los gusanos. Esto es así porque el equilibrio y el balance natural hace que todo tenga un depredador a lo largo de la cadena alimenticia, entonces todo se resuelve solo. Eso le resultaba muy extraño.”

Delante de un gran cobertizo hay un grupo de vasos que Michael utiliza para hacer compost. A la derecha están los vasos verdes más grandes, los negros más pequeños están a la izquierda. Delante hay un camino de cemento cubierto de charcos de agua.
Los contenedores de compost del Compost Club.

Michael necesitaba más compost para mantener todas sus plantas y todo su crecimiento.

“Pensé, no tengo suficientes insumos para hacer todo el compost que necesito, digo, tengo este estiércol por aquí, pero después aprendí sobre los aminopirálidos, que es una especie de pesticida de hoja ancha. Si no estás alimentando a los animales con comida orgánica, entonces la comida que se comen probablemente tenga pesticidas, y son muy persistentes, pasan a través del animal y seguirán ahí. Así que una persona puede organizar un jardín con un buen espacio de cultivo, pero las hojas de las plantas se le pueden marchitar y quebrarse. Los pesticidas básicamente atacan a todas las plantas. El propietario tenía caballos en el lote y yo estaba usando ese estiércol, lo había utilizado al principio pero luego dejé de usarlo. Así que empecé a pedirle a la gente restos de comida, y un arboricultor me estaba regalando virutas de madera, que estaba utilizando para hacer caminos, así que pensé en seguir consiguiéndolas y utilizarlas para el compost. Entonces comencé a aprender sobre el compostaje en caliente y de su importancia, al matar a todos los patógenos y cualquier semilla de mala hierba que pueda haber allí. Y se logran estas temperaturas no al calentar el compost, sino por la microbiología interactuando, replicándose y creciendo. Digo, es muy interesante trabajar con la biología.”

Michael comenzó a percatarse de la calidad de su compost. “Tomé muchas muestras de diferentes marcas de compost comerciales, y las puse bajo el microscopio: hay un poquito de biología y un asomo de bacterias, y eso, si tienes suerte, poco más. Es materia orgánica, pero es estéril. Mientras que con el compost que estoy produciendo, tengo incluso que diluirlo para poder hacer recuentos porque es demasiado abundante, hay muchísima actividad, nematodos, protozoos, bacterias, hongos, todo tipo de arañas, y todo tipo de cosas. Y todos ellos tienen un propósito en esa red alimentaria del suelo, y están haciendo que haya nutrientes disponibles las plantas todo el tiempo, y que haya estructura, no es necesario ir a desenterrar todo, el compost es el que crea la estructura. Piensa en los paisajes más abundantes del planeta, nadie va allí y los excava o utiliza fertilizantes o químicos, son así de abundantes porque el ciclo natural es capaz de poner todo eso en marcha y florecer. En términos de agricultura regenerativa, la regeneración se produce si lo permitimos, si trabajamos con esos sistemas naturales. Y cuando tuve a mi hijo, pensé: estamos aquí por un tiempo tan corto relativamente, ¿cómo puedo hacer algo que tenga un impacto positivo y, básicamente, convertir mi activismo en mi trabajo para poder hacerlo todo el tiempo? Así surgió la idea del Compost Club de la mano del proyecto de cultivo.”

Compost Club es el negocio de Michael, que surgió naturalmente de los procesos que llevaba a cabo en su jardín, pero también del tiempo que le proporcionaron los confinamientos por el COVID.

“Los trabajos que estaba haciendo se habían detenido, y por eso fui capaz de dedicarme completamente a esto. Tenía tanto tiempo cuando se me ocurrió esta idea… Pensé, ¿cómo puedo hacer uso de este tiempo? Y luego, ¿podría hacer de esto mi trabajo, podría convertirse en algo productivo? Porque podría ir a las casas de la gente, que dejen un cubo de basura por fuera y los puedo recoger, no tendría que entrar en contacto directo con nadie. Así que sentí como una urgencia de aprovechar ese momento, para tal vez convertir el Compost Club en algo… Y funcionó muy bien, había algunos negocios que seguían funcionando de los que recogía los residuos de alimentos, y eran el tipo de negocio que tenía el tipo de cliente que podría estar interesado en el compostaje, esa fue mi lógica… En realidad funcionó demasiado bien, me inundó la cantidad de gente que quería que recogiera sus residuos y convertirse en miembros del Compost Club,y yo no tenía la capacidad suficiente para compostarlo todo… Así que usé todos mis ahorros para organizarlo, y estaba trabajando con un amigo en ese momento, y el dinero que estaba entrando solo iba creciendo, creció todo orgánicamente.”

El concepto es sencillo: Michael recolecta los residuos alimentarios de los miembros del Compost Club, que luego pasan por su proceso de compostaje, dando como resultado un compost vivo que luego entrega a los hogares y empresas de sus miembros. Si no quieren el compost, lo dona a huertos comunitarios, y si sobra, lo vende para financiar el crecimiento del negocio.

“El impacto, tanto en términos de ahorro de emisiones como del potencial de este compost vivo para regenerar el suelo… sólo hace falta una tonelada por cada media hectárea, así que una bolsita de dos litros y medio, que es la que le doy a la gente, cubre seis metros cuadrados, lo que es ideal para un huerto, así que no hace falta mucho, es como concentrado de biología que puebla el suelo. Así que tuve que tomar una decisión difícil, porque tenía que hacer algo de trabajo para tener algo de dinero, tuve que dejar ir el huerto, porque sentía que podía tener más impacto con el Compost Club, entonces pensé, aquí es, esto es lo que voy a hacer.”

Frente a la pared de un cobertizo hay montones de compost. Delante del compost hay cubos blancos que Michael utiliza para recoger los restos de comida.
Cubos y compost en Compost Club.

Al centrarse más en el compost, Michael tenía cada vez menos tiempo para su jardín. El dueño de la propiedad apreciaba todo lo que estaba haciendo, “y me dijo que tenía gente preguntando por el huerto, y si yo no podía dedicarle más tiempo, de todas maneras había hecho un gran trabajo montándolo, y se lo podía ceder a otra persona para que lo cuide… Pensé, está bien, la infraestructura que he puesto ahí y todo mi esfuerzo sigue sirviendo para algo, todo está bien. Todavía me siento un poco triste al respecto, pero por el momento tengo esta otra misión.”

Hace poco se mudó con su familia de Hellingly a Lewes, donde ahora queda el centro de operaciones del Compost Club.

“Soy consciente del impacto que tiene el compost de este tipo, de las emisiones que ahorramos, de la oportunidad que tenemos de ampliarlo para abrir nuevos centros, del impacto social de la creación de nuevos puestos de trabajo, de las interacciones que tengo con las personas que se vuelven miembros, y de cómo ellos a su vez se vuelven más conscientes como consumidores gracias a la conexión que encuentran, es algo incuantificable. Y sólo tengo un pequeño centro, sólo estoy yo, es algo como que no parece real, es como un sueño, pero siento que tengo la responsabilidad social de hacer más… Es algo muy lindo, le digo a la gente que mi trabajo solía ser algo que me agotaba, y ahora es de donde viene mi energía.”

Conocer a Michael y escuchar su historia fue inspirador. La magia que sentía en las semillas que plantaba de pequeño está ahora en sus ojos. Ahora comparte una profunda conexión con la energía que facilita y crea vida.

“Veo el mundo y la existencia como un lindo juego de energía que se transmite de una cosa a otra. Me ha ayudado de muchísimas maneras. Cuando murió mi abuelo, el hombre que me introdujo en el mundo del cultivo, no me sentí tan triste como solía hacerlo cuando alguien fallecía, porque sentí que la energía que estaba contenida en él pasaba a ser otra cosa, no sentí esa sensación de pérdida que siempre solía sentir… Me siento tan conectado a todo… No veo a las otras personas tan diferentes de mí, porque veo el mundo entero como un organismo interconectado, enormemente complejo. Somos todos parte del mismo organismo… No creo que existan los residuos, si somos inteligentes, lo podemos ver como una fuente de nutrientes, y la naturaleza tiene ciclos de nutrientes y podemos hacerlo, podemos ser parte de eso… Lo que me encanta del compost es que me demuestra en el día a día que la muerte es la fuente de la vida.”

Anton Rivette es un escritor y fotógrafo. Dirige el área de storytelling de eco-nnect.

Este artículo fue traducido por Sarah Camhi. Hace parte del equipo de eco-nnect desde el 2020.

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