COP27: un cuento con moraleja

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A principios de octubre recibimos una invitación para unirnos a la delegación de una organización con la que colaboramos para ir a la COP27. Mi colega Isi rechazó la invitación porque tenía otros compromisos a los que atender, pero, la semana siguiente, mientras cenábamos, le pregunté por qué no quiso ir: “¿no deberías estar participando en este tipo de conversaciones?” Tenía la boca llena de ensalada, por lo que no me respondió inmediatamente, pero vi que lo estaba reflexionando. Cuando terminó de masticar, me contestó: “no estoy segura. Nunca he considerado ser parte de estas discusiones.” Me contó acerca del proceso de empezar eco-nnect con Almu, de cómo querían ayudar a las personas a hacer de la vida sostenible una posibilidad real, en vez de una utopía lejana. Todo esto mediante la concientización y aprendizaje acerca del sector medioambiental, tanto respecto a lo relacionado al cambio climático como a las soluciones que se están desarrollando para atenuar sus efectos. Le pregunté: “¿no es ese precisamente el enfoque de la COP?” Honestamente, mi entendimiento de lo que es la COP (siglas que significan la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, o Conference of the Parties, en inglés), era muy limitado.

Me acuerdo de estudiar sobre su formación en el colegio, de cómo la La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, convenida en 1992 en Río de Janeiro (también conocida como la Conferencia de Río) estableció la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCC, por sus siglas en inglés) con el propósito de estabilizar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. La COP fue creada para ser el órgano de gobierno de la Convención, como una asociación de todos los Estados miembros que se reúne regularmente con gobiernos, ONGs y expertos del medio ambiente.

La COP1 tuvo lugar en Berlín, del 28 de marzo al 7 de abril de 1995, y ofreció una perspectiva general de los conflictos que definirían las siguientes Conferencias, con debates que emergieron entre los países industrializados (responsables de la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero) y los países en desarrollo, que actualmente sufren las peores consecuencias del calentamiento global. Esta Conferencia tuvo como resultado el Mandato de Berlín, una lista de compromisos indefinidos e iniciativas de las cuales los Estados miembros podían escoger de acuerdo a sus capacidades.

La COP2 fue en Ginebra, en donde los Estados miembros aceptaron las conclusiones del segundo informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado seis meses antes, además de acordar la necesidad de pactar objetivos vinculantes que limitaran las emisiones de gases de efecto invernadero por parte de los países más industrializados, los cuales fueron formalizados el siguiente año en Kioto. Fue en esta conferencia, en 1997, cuando se formalizó el Protocolo de Kioto, que enmarcaba la obligación de reducir dichas emisiones para 37 Estados miembros. El Protocolo sería impuesto desde el año 2008 hasta finales del año 2012, requiriendo que las emisiones globales se redujeran en un 5% en comparación a los niveles registrados en los años noventa. Y, mientras que este fue un momento muy importante para la cooperación internacional del medio ambiente, dos de los países más contaminantes, China y Estados Unidos, no aceptaron ratificar el Protocolo.

La COP4 tuvo lugar en Buenos Aires, en noviembre de 1998. La expectativa era que se iban a resolver cuestiones que habían quedado pendientes desde Kioto, pero resultó difícil llegar a un acuerdo. Por ello, los Estados miembros adoptaron un Plan de Acción para avanzar la implementación del Protocolo de Kioto, que necesitaba completarse para el año 2000.

La COP5 no llegó a ninguna conclusión relevante.

La COP6 se celebró en Den Haag, y fue sede de mucha disconformidad y desacuerdo, en especial en cuanto a la definición de sumideros de carbono, y de cómo los países en desarrollo podrían obtener asistencia financiera para hacerle frente a las consecuencias del cambio climático; lo cual resultó en la celebración de una segunda COP6 el año siguiente en Bonn.

Menos de cuatro meses después se celebró la COP7 en Marrakech, donde Estados Unidos solamente participó como observador, rechazando estar involucrado en las negociaciones por haber abandonado el Protocolo de Kioto. Esta COP se enfocó en los detalles operativos para los Estados miembros con respecto al Protocolo de Kioto, incluyendo la discusión sobre la implementación de un sistema internacional de comercio para los Estados firmantes.

La COP8 tuvo lugar en Nueva Delhi, muy recordada por el titubeo de la delegación de Rusia, que afirmaba que necesitaría más tiempo para pensar si firmar o no el Protocolo de Kioto. El Protocolo requería la participación de los Estados responsables del 55% de las emisiones producidas por los países desarrollados en la década de los noventa, y con el rechazo por parte de Estados Unidos y Australia, la participación de Rusia era crucial.

Milán fue la sede de la COP9, donde los Estados miembros completaron los detalles pendientes de las Conferencias anteriores. La COP10, celebrada en Buenos Aires, se enfocó en los avances de los primeros diez años de la Conferencia. A pesar de que Rusia todavía no había ratificado el Protocolo de Kioto, se discutieron también mecanismos que se implementarían una vez se concluyera el Protocolo en el 2012.

En el año 2005 se implementó, finalmente, el Protocolo de Kioto, siete años después de su firma, con su ratificación por parte de Rusia. Ese mismo año se celebró la COP11 en Montreal, sede de una “semi-celebración” del Protocolo, y el comienzo de las negociaciones más allá de su vencimiento en el 2012.

La COP12 tuvo lugar en Nairobi, donde los Estados miembros adoptaron un plan de 5 años para la implementación de un Fondo de Adaptación, que apoyaría al desarrollo de mecanismos para hacerle frente al cambio climático para los países que lo necesitaran.

En la COP13 en Bali, se desarrolló un plan de acción para implementar un acuerdo vinculante (que se adoptaría dos años después en la COP15) para reducir las emisiones de CO2 dirigido a los países desarrollados, incluyendo a China, India y Brasil, que hasta ese momento habían evadido todas las restricciones impuestas por estar clasificados como países en desarrollo.

El enfoque de la COP14 en Poznan fue redefinir los detalles de este plan antes de la celebración de la COP15.

En diciembre del 2009 se celebró la COP15, con la esperanza de establecer un acuerdo vinculante desde el 2012, momento en el cual vencería el primer periodo del Protocolo de Kioto. La Conferencia cerró con una gran decepción, puesto que el acuerdo resultante no contenía ninguna obligación vinculante ni objetivos concretos. El único fragmento destacado, en cuanto a la evolución a largo plazo de las negociaciones climáticas en el contexto de la COP, fue que se acordó que la temperatura global no podía subir más de dos grados celsius comparado con las temperaturas preindustriales. 

Tras ella, la COP16 en Cancún estableció el Green Climate Fund, que nació de las discusiones del Fondo de Adaptación en la COP12, convocando a un compromiso colectivo de los Estados miembros de cien mil millones de dólares al año, aunque no hubo acuerdo con respecto a su financiación.

La ciudad de Durban, en Sudáfrica, fue sede de la COP17, que se enfocó nuevamente en el Protocolo de Kioto más allá del 2012. Resultado de ello fue un acuerdo para la adopción de un tratado corregido para la reducción de los niveles de CO2, para sustituir y mejorar el acuerdo de Kioto en el 2015.

El enfoque cambió en la COP18 en Doha, donde el objetivo de alargar el periodo de compromiso del Protocolo hasta el año 2015 se extendió hasta el 2020.

La COP19 en Varsovia destacó por reconocer oficialmente la necesidad de abordar la pérdida y daños sufridos por las anomalías climáticas, y también por el abandono masivo de la Conferencia por parte de organizaciones como la WWF, Oxfam, ActionAid, la Confederación Sindical Internacional, Friends of the Earth y Greenpeace, quienes manifestaron que “la cumbre climática de Varsovia, que debería de haber sido un paso importante hacia la justa transición hacia un futuro sostenible, está encaminada a no lograr prácticamente nada.”

La COP20 en Lima logró, por primera vez, compromisos serios por parte de China y Estados Unidos para la reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero, así como un compromiso para participar de las negociaciones que se llevarían a cabo el año siguiente en París, en la COP21.

La cumbre celebrada en París en el 2015 fue la más trascendental desde la Conferencia de Kioto, con la firma del Acuerdo de París: un ambicioso documento en el que, por primera vez, todos los Estados miembros acordaron la reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero sin importar si eran o no países en desarrollo. El objetivo del Acuerdo era limitar el calentamiento global por debajo de dos grados celsius (pero preferiblemente uno y medio) comparado con las temperaturas preindustriales, así como alcanzar la neutralidad climática para el año 2050.

A pesar de claros progresos, muchos científicos expresaron que el Acuerdo de París no reduciría las emisiones de gases lo suficiente como para evitar el incremento de  las temperaturas por debajo de los dos grados celsius. Adicionalmente, las negociaciones con respecto al Green Climate Fund defraudó a los países más pobres. El objetivo de lograr una provisión vinculante para que los países más ricos desembolsaran un mínimo de cien mil millones de dólares al año para mitigar los efectos del cambio climático fracasó, puesto que dicha provisión solamente apareció en el preámbulo no vinculante del Acuerdo.

Aunque el Acuerdo de París fue proclamado como un paso importante para las negociaciones climáticas gubernamentales, no concluyó con ninguna obligación legal que dictara cómo los Estados debían cortar con las emisiones, puesto que, nuevamente, el marco legal que hubiera vinculado a los gobiernos de los Estados miembros a acciones concretas fue dejado para futuras negociaciones. El Acuerdo se vio nuevamente debilitado por la decisión del ex-presidente Donald Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, después de asumir el poder en el 2017.

La COP22 se celebró en Marrakech, con una orientación a temas relacionados con el agua, especialmente en cuanto a su escasez, pureza y sostenibilidad. Otro enfoque de las discusiones se centró en la reducción de las emisiones de CO2 a través de la utilización de fuentes de energía con bajas emisiones de carbono, y la tendencia del sistema financiero global al abandono de los combustibles fósiles.

La COP23 fue celebrada en Bonn, y controversialmente presidida por el primer ministro de Fiji, Frank Bainimarama. Muchas voces expresaron su decepción por la falta de progreso hacia un  Fondo de Pérdida y Daños, y hacia la eliminación gradual del carbón.

En Katowice se celebró la COP24 del 2018, y fue definida por la publicación del Reporte Especial del IPCC tres meses antes, en el que se expresaban las consecuencias del aumento en un grado y medio de las temperaturas globales. La perspectiva desoladora ofrecida por el reporte fue enfatizada por el discurso de Greta Thunberg, quien en ese momento tenía sólo 15 años, en nombre de la organización mundial Climate Justice Now!. Thunberg criticó fuertemente el populismo utilizado por los gobiernos del mundo, su eterna búsqueda de riquezas y lujos, y cómo su falta de acción estaba pagándose con el futuro de los niños. Como conclusión a su discurso, Thunberg manifestó: “les guste o no, el cambio se acerca, el poder verdadero le pertenece al pueblo.”

El año siguiente, las tensiones entre los gobiernos y grandes empresas y “el pueblo” explotaron, cuando la COP25, que iba a celebrarse en Santiago, se tuvo que trasladar a Madrid a raíz de las importantes protestas que estaban ocurriendo en Chile.

Y entonces empezó la pandemia, limitando aún más las protestas y desplazando el enfoque de la sociedad a la acción (o inacción) climática y sus catastróficas consecuencias. El COVID también tuvo como resultado que la COP26 se aplazó un año, convocándose finalmente en Glasgow, del 31 de octubre al 13 de noviembre de 2021, con una renovada esperanza por el reingreso de Estados Unidos al Acuerdo de París, oficializado a través de una carta remitida a la ONU el primer día de la presidencia de Joe Biden, el 20 de enero de 2021.

El acuerdo convenido en la COP26, el llamado Pacto de Glasgow, realizó una mención sin precedentes al papel de los combustibles fósiles, pues estableció de manera explícita la necesidad de su eliminación progresiva, así como de la implementación de subsidios para el petróleo y el gas. A pesar de ello, una intervención tardía por parte de China y de la India, que argumentaba que los combustibles fósiles eran todavía necesarios para su desarrollo, logró un cambio en el lenguaje, utilizando la expresión “reducción progresiva” en lugar de “eliminación progresiva”, frustrando a muchos de los asistentes a la cumbre.

Como otros acuerdos anteriores, el Pacto de Glasgow hizo un llamado a los Estados miembros para que volvieran el próximo año con compromisos más serios para reducir sus emisiones de carbono. También criticó a los países más desarrollados por no cumplir con el objetivo de recaudar cien mil millones de dólares para el Green Climate Fund, urgiendo a los gobiernos de los Estados miembros a, por lo menos, duplicar sus compromisos financieros para el año 2025. Por otro lado, negociaciones paralelas al Pacto de Glasgow condujeron a acuerdos entre gobiernos de más de cien países y organizaciones, quienes se comprometieron a reducir sus emisiones de gas metano en un 30% en esta década. Otro acuerdo condujo a que 130 Estados pactaran la reducción de la deforestación a la mitad para el año 2030. Estos éxitos fueron alcanzados a pesar de la presencia de 503 miembros de grupos de presión a favor de los combustibles fósiles, a quienes les autorizaron la entrada a la COP26.

La COP27 tuvo lugar el pasado noviembre en Sharm el-Sheikh, en Egipto; una ciudad turística en la punta sur de la Península del Sinaí. Como muchas de las empresas patrocinadoras de la COP, (Coca-Cola, patrocinadora principal de la COP, es la empresa más contaminadora de plásticos en el mundo), Egipto estaba aprovechando su rol como anfitrión para mostrarse al mundo como un país responsable con el medio ambiente, a pesar de la represión promulgada por el presidente Abdel Fattah el-Sisi hacia los grupos medioambientales y hacia su población en general. Un claro ejemplo de esto es el tratamiento recibido por Alaa Abd el-Fattah, activista y fundador de los agregadores de blogs Manalaa y Omraneya, quien participó en la mayoría de las protestas en contra de la brutalidad policial que eventualmente llevaron a la derroca del presidente Hosni Mubarak. En el consiguiente vacío de poder, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF, por sus siglas en inglés), se alió temporalmente con los manifestantes para gobernar temporalmente el país, prometiendo un traspaso del poder a un presidente democráticamente elegido.

Alaa Abd el Fattah en el 2011.

Las protestas y activismo cívico continuaron mientras los manifestantes comunicaban sus exigencias al SCAF, el cual poco a poco fue estableciendo su propia agenda de gobierno. En octubre del 2011, manifestantes de la iglesia copta ortodoxa se reunieron para protestar frente al edificio Maspero, sede de la radio y televisión egipcia, en el Cairo, por el sentimiento de impotencia por la falta de respuesta del SCAF frente a la destrucción de una iglesia Copta en Aswan. Los manifestantes le exigían al SCAF que despidiera al gobernador de la provincia de Aswan, y las protestas reunieron cantidades de personas similares a las vistas en las manifestaciones para derrocar a Mubarak. Fue en este tumulto que estalló la violencia, cuando los manifestantes fueron atacados primero por policías vestidos de civil, y después directamente por miembros del ejército egipcio. Entre rocas arrojadas, disparos y tanques, se reportaron al menos 24 muertos y 300 heridos.

Alaa Abd el-Fattah fue acusado de incitación a la violencia, agresión a soldados y destrucción de propiedad militar, y fue arrestado el 30 de octubre. Fue llevado a prisión en Bab el-Khalq, en donde escribió una carta en la que relataba sus experiencias y las de sus compañeros de celda. En ella narraba cómo y por qué los habían arrestado: “pasé los primeros dos días escuchando historias de torturas a manos de la fuerza de la policía, que insiste en no ser reformada; que se desquita por sus fracasos con los cuerpos de los pobres e indefensos.” Alaa se percató de la posibilidad de la derrota de la revolución y su con ella, la búsqueda de justicia y cambio verdadero. Su arresto fue extendido y se celebró el juicio, en el que Alaa se negó a responder cualquier pregunta y se negó a reconocer la legitimidad de la corte militar que lo estaba juzgando. Permaneció encarcelado hasta el 26 de diciembre, cuando un juez representante del fiscal ordenó su puesta en libertad al día siguiente.

Fue en este momento en el que se celebraron las primeras elecciones democráticas en Egipto, con la participación de la Hermandad Musulmana, un partido pan islámico y organización religiosa, además del partido Al-Nour, el cual se llevó la mayoría en el nuevo Parlamento. Este Parlamento eligió la primera asamblea constituyente que tendría la misión de redactar una nueva constitución, pero fue criticada por su mayoría islámica, dado que no representaba la diversidad de la población egipcia. La asamblea fue suspendida por la Corte Suprema Administrativa, lo cual aumentaba la preocupación por las elecciones venideras, puesto que significaba que el siguiente presidente iba a tener el mismo poder sin límites que el destituido Hosni Mubarak. La primera ronda de las elecciones también significaba el primer paso al traspaso de poder por parte del SCAF.

El nuevo parlamento promulgó una ley que prohibía que los antiguos miembros del régimen se lanzaran a la presidencia, la cual fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema Constitucional (conformada por miembros nombrados por Mubarak). La Corte, además, decidió que todas las leyes que regían el proceso electoral eran inválidas, disolviendo el nuevo Parlamento y haciendo que el SCAF continuara como autoridad legislativa. Se estacionaron fuerzas militares alrededor del Parlamento, restringiendo la entrada sin previa autorización, incluyendo la de los legisladores. El SCAF luego anunció un plan para lanzar una constitución temporal, y que seleccionaría un panel para redactar una permanente.

Algunos interpretan estos eventos como un golpe de estado, lo cual se vio más evidente a la semana siguiente, cuando el SCAF publicó su propia constitución. Esta les daba poder para controlar al Primer Ministro, el brazo legislativo, el presupuesto nacional y cualquier declaración de guerra, además de eliminar la supervisión presidencial del ministerio de defensa y sobre las fuerzas armadas. Una agencia de noticias estatal anunció que el SCAF también había seleccionado un panel de cien personas para redactar una constitución permanente. Estos eventos estaban pasando paralelamente a la segunda ronda de las elecciones presidenciales y, para cuando el candidato del partido de la Hermandad Musulmana, Mohamed Morsi, fue oficialmente anunciado como presidente el 24 de junio del 2012, el SCAF habría eliminado efectivamente su autoridad sobre ellos.

El 30 de junio, Morsi asumió su cargo, y el 8 de julio promulgó un decreto llamando a la reactivación del Parlamento, cosa que fue posteriormente rechazada por la Corte Suprema Constitucional, marcando una tendencia de conflicto que definiría la presidencia de Morsi.

Después de una serie de ataques a lo largo de la frontera de Egipto con Israel, Morsi le pidió a su Ministro de Defensa, Mohamed Hussein Tantawi (quien había actuado como el jefe de Estado de hecho durante el gobierno del SCAF) que renunciara, y nombró a Abdul Fatah al-Sisi como su sucesor. Este hecho marcó el comienzo de una serie de despidos y nombramientos que reformaron integralmente las fuerzas armadas egipcias, la cual Morsi catalogó en un discurso televisado como su manera de proteger a la nación. También anunció su propia declaración constitucional, no muy diferente a la del SCAF, que le daba amplios poderes legislativos y ejecutivos, además de un rol importante en la redacción de la nueva constitución permanente. Las cortes no tardaron en pronunciarse, lo que llevó a Morsi a emitir otra declaración constitucional, en la cual se concedía a sí mismo amplios poderes hasta que la nueva constitución estuviera lista, manifestado que era necesario para evitar que los jueces obstaculizaran el proceso constitucional.

Mientras tanto, las protestas continuaban en todo el país, especialmente en la Plaza Tahrir, donde de nuevo fue arrestado Alaa Abd El-Fattah por incitar a la violencia, aunque esta vez fue liberado después de pocas horas de interrogación por parte de las autoridades. Las protestas fueron reportadas como enfrentamientos entre los grupos que estaban a favor y los que estaban en contra de Morsi, que fueron aumentando mientras el proceso constitucional tomaba impulso, en particular teniendo en cuenta la más reciente declaración por parte de Morsi. El proceso constitucional seguía dominado por los grupos islamistas, lo cual produjo que un grupo de figuras seculares, periodistas y miembros de la iglesia Copta se retiraran de él. A pesar de esto, los que permanecieron votaron a favor de un proyecto de constitución, y Morsi convocó a un referéndum.

Las protestas continuaron. Muchos jueces en todo el país suspendieron sus labores, retrasando su decisión sobre la legitimidad de la asamblea constituyente. Los jueces que debían supervisar el referéndum decidieron no hacerlo, aunque algunos dentro de ese mismo grupo decidieron, al día siguiente, apoyar el proceso. Egipto se convirtió en un país dividido. El referéndum finalmente tuvo lugar pero fue muy cuestionado, lo cual desencadenó más protestas y enfrentamientos que continuaron hasta el aniversario de la toma de poder de Morsi, momento en el cual muchos exigieron su dimisión. Muchos medios de comunicación luego sugerirían que realmente no tantos manifestantes estaban en contra de Morsi (como fue originalmente reportado), y que la división de la población fue muy exagerada, puesto que la población estaba simplemente expresando su disconformidad hacia la élite gobernante en general, incluyendo a Morsi y al SCAF (hubo también opiniones, que luego fueron confirmadas, de que algunas protestas estaban siendo financiadas por las Fuerzas Armadas y por los Emiratos Árabes Unidos). El Ejército Egipcio, y por ende el SCAF, anunciaron que iban a apoyar a los manifestantes, quienes respiraron un aliento de esperanza. El Ejército le dio a Morsi un ultimátum, exigiéndole el cumplimiento de los reclamos del pueblo en las siguientes 48 horas, o estarían obligados a intervenir. En un discurso televisado, Morsi reconoció el derecho del pueblo a protestar, pero también expresó que le habían dado un mandato legítimo, que la constitución era la única garantía en contra la violencia, y que estaría dispuesto a defenderla con su vida.

La Plaza Tahrir se llenó de manifestantes a la espera del vencimiento del ultimátum del Ejército. El jefe de las Fuerzas Armadas, el general el-Sisi, lideró una coalición que arrestó a Morsi, removiéndolo de su cargo, y que al mismo tiempo suspendió la constitución y anunció que el presidente de la Corte Suprema Constitucional, Adly Mansour, sería el presidente interino. Acto seguido, fueron arrestadas muchas personalidades importantes de la Hermandad Musulmana. Luego fueron arrestados varios periodistas, seguido del cierre de muchas organizaciones y medios de comunicación. Todo esto coincidió con el empleo de violencia en contra de las manifestaciones y protestas. Hubo reportes de disparos dirigidos hacia los manifestantes por parte del ejército (aunque las Fuerzas Armadas niegan estas acusaciones), además de una redada de los campos de protesta en el Cairo, lo cual resultó en casi mil muertes. En septiembre, el gobierno provisional eliminó los límites al tiempo de detención antes de juicio, permitiendo entonces que las personas que no habían sido condenadas todavía permanecieran indefinidamente detenidos. En noviembre se publicó una ley que efectivamente prohibía cualquier reunión pública de más de diez personas, mientras que paralelamente se desarrollaba una nueva constitución, corrigiendo el borrador que había servido para remover a Morsi de la presidencia.

En noviembre del 2013, Alaa Abd El-Fattah fue arrestado nuevamente, facilitado por las nuevas leyes prohibiendo la libre reunión. La razón de su arresto fue la supuesta promoción de  una manifestación afuera del Parlamento. El grupo “No a los juicios militares” aceptó públicamente su papel de organizador en la protesta, y, a pesar de ello, los fiscales emitieron una orden de captura en contra de Alaa como líder de las protestas. En un primer momento, Alaa pensó que el arresto podía ser una muestra del nuevo poder que había adquirido el régimen a través de sus nuevas leyes, pero luego le fue evidente que el nuevo gobierno tenía métodos más agresivos, puesto que varios policías armados irrumpieron en su casa, golpeándolo a él y a su esposa, y decomisando sus teléfonos y ordenadores. Poco después del arresto, el gobierno celebró un referéndum poco popular que “legitimó” la nueva constitución. Durante los primeros seis meses del 2014, la popularidad del General el-Sisi vió un crecimiento importante, lo que lo impulsó a dimitir como jefe del ejército y a lanzarse a la presidencia.

Manifestantes en la Plaza Tahrir, 2011.

Fue en ese momento cuando Isabella interrumpió nuestra conversación: “Perdóname, ¿no estábamos hablando de la COP?” Y sí, lo habíamos estado haciendo, primero discutiendo nuestro entendimiento de las Conferencias, del aumento del interés público hacia las negociaciones desde la COP de París, y finalmente hablando sobre la decisión de celebrarla en Egipto. Le expresé a Isi mi escepticismo por esta decisión, explicándole que había estado siguiendo de cerca la historia de Alaa, lo que me llevó a desviarme y terminar hablando de la situación que se había desarrollado en Egipto desde la Revolución del 2011. “La primavera árabe me había dado esperanzas.” Isabella estaba de acuerdo conmigo: “Sí, había una energía especial en ese momento. La situación en Egipto, el movimiento Occupy, la vocalización global de frustración en contra del poder y hacia los poderosos… pero todo cambió demasiado rápido.”

Abdel Fattah el-Sisi asumió la presidencia en Egipto el 8 de junio del 2014, y Egipto se convirtió (y lo hace cada vez más) en un Estado autoritario: la oposición se vio desmantelada, los periodistas encarcelados, y la libertad de expresión diezmada. Después de casi cuatro meses, Alaa finalmente fue juzgado y liberado de prisión. Se manifestó en una entrevista producida por Democracy Now diciendo que no le extrañaría que lo volvieran a arrestar. Unos cuantos meses después, fue condenado a 15 años de prisión por protestar y por atacar a un miembro de la policía en una manifestación en contra de las nuevas leyes que prohibían la libre reunión. Fue juzgado en rebeldía (sin su presencia en el juicio) junto con 24 otros acusados que recibieron la misma condena. Meses después, fue liberado bajo fianza, luego detenido otra vez, para después ser juzgado de nuevo, y su condena fue reducida a cinco años de prisión más cinco años de libertad condicional (lo que implicaba dormir en una estación de policía todas las noches). Alaa cumplió con su condena, y fue liberado en marzo de 2019, sólo para ser arrestado de nuevo seis meses después en medio de una represión generalizada hacia los manifestantes en contra del gobierno. Fue encarcelado por dos años hasta la celebración de su juicio, cuando finalmente se le condenó a otros cinco años en prisión, donde actualmente se encuentra. Este año, Alaa ha pasado más de 200 días en una huelga de hambre para presionar al Reino Unido (país en el cual tiene nacionalidad) y al gobierno egipcio a liberarlo, y juró empezar una huelga de sed al comienzo de la COP27.

“Se siente ridículo que la COP se celebre en un país con más de 50,000 prisioneros políticos, considerando lo importante que se han vuelto las manifestaciones alrededor de la cumbre.” Me estaba refiriendo a las muchas fotos, posts, podcasts y vídeos de Youtube que estaban inundando mis redes sociales acerca de la COP. Pensaba en Greta Thunberg llamando a la COP26 “un festival de blanqueo ecológico del Norte global”; pensaba en el discurso de Naomi Klein en el Climate Action Zone en la COP21; pensaba en el pueblo Kichwa, de la región Sarayaku en el Amazonas de Ecuador, en su Canoa de la Vida; y pensaba en la flotilla indígena montando kayak a lo largo de los canales en París. Desde la COP21 en París y el desarrollo del Foro Internacional de los Pueblos Indígenas sobre el Cambio Climático (IIPFCC), las protestas y manifestaciones relacionadas con las COP han sido encabezadas cada vez más por líderes indígenas de todo el mundo, y, al pensar en la COP27 y en las leyes anti reunión en Egipto, me preguntaba cómo ponerle sentido a todo esto. Isabella me preguntó si me animaba a ir: “Creo que podríamos conseguir acreditación de prensa”, pero niego con la cabeza: “Yo creo que es mejor verlo desde lejos.”

Entonces me conecto desde la sala de mis amigos en París, y veo en directo las negociaciones a través de Youtube. Refresco mis redes sociales, leo posts y tuits. Las primeras conversaciones se centran en el turbulento año de cambios en los sistemas políticos, financieros, y ambientales. Se enfocan en cómo las sociedades emergieron del confinamiento y restricciones a causa de la pandemia para hacerle frente a una inflación causada por la invasión de Rusia a Ucrania en febrero. La guerra que inspiró al continente europeo a dejar de depender del gas proveniente de Rusia, y que llevó a una crisis energética que ha impulsado un renovado deseo por energía barata, que a su vez llevó a la proliferación de nuevos acuerdos de importación de combustibles fósiles. A pesar de los compromisos de dejar el carbón como fuente de energía para el 2030, en Alemania, el uso de energía proveniente del carbón ha subido un 5% desde el comienzo de la guerra en Ucrania; Polonia está negociando acuerdos de comercio de gas en Senegal; ministros italianos han viajado a Algeria, Angola, Mozambique y al Congo buscando nuevos contratos; y el Reino Unido recientemente anunció hasta 100 nuevas licencias domésticas de extracción de gas. Si añadimos a esto una tensa relación entre Estados Unidos y China, es fácil tener una actitud pesimista incluso antes de que empiecen las negociaciones. Y aún así, decenas de miles de personas viajan para hacer parte del espectáculo y de la promesa del cambio verdadero, aunque se nota el clima represivo en Egipto: los asistentes deben pasar por una seguridad muy intensa que incluye máquinas de rayos X para los autos entrando y saliendo de Sharm el-Sheikh además de aguantar fuertes limitaciones en el uso de internet impuestas por la red wifi de la conferencia.

El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, da comienzo al acto recordándole a los presentes (y a los televidentes) que la población mundial está a punto de sobrepasar los ocho mil millones de personas, y luego hace una referencia a una canción de la banda AC/DC. Al Gore habla, nuevamente, de la polución. La Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirma el liderazgo europeo en el apoyo a la adaptación climática para el Sur global, que respalda el creciente movimiento para la finalización del muy esperado Fondo de Pérdidas y Daños. El Foro Internacional de los Pueblos Indígenas sobre el Cambio Climático sostiene que el mercado del carbón, el marco “net zero”, las soluciones “basadas en la naturaleza”, y los servicios ambientales son una nueva forma de colonización. Con las elecciones de medio mandato en Estados Unidos sucediendo al mismo tiempo que la conferencia, Nancy Pelosi aprovecha el escenario para afirmar que la mayoría de los republicanos creen que el cambio climático es un engaño. El presidente Joe Biden, a sus ochenta años, celebra a los jóvenes del mundo como los líderes del movimiento climático, mientras promete una reducción de las emisiones que se extendería más allá de su mandato presidencial. La hermana de Alaa Abd el-Fattah cuenta sobre la situación que vive su hermano y de la necesidad del apoyo internacional, pero es interrumpida por algunos ciudadanos egipcios que exclaman que es ella quien está conspirando con agencias extranjeras en contra del Estado egipcio. El recién elegido presidente brasilero, Luiz Inácio Lula da Silva, le expresa a un público repleto que el combate contra el cambio climático es “una gran prioridad en su mandato”, mientras jura proteger el Amazonas. La organización NDN Collective, dirigida por personas indígenas, resalta que con 250 delegados, la población indígena representa menos del 1% de los 40,000 delegados participando en la COP27, superados en número, dos a uno, por los miembros de los grupos de presión a favor de los combustibles fósiles.

La COP concluye con el establecimiento del Fondo de Pérdidas y Daños, luego considerado por muchos delegados y por los medios como el gran éxito de la cumbre de este año. Otro logro de la Conferencia fue el acuerdo entre el presidente Biden y el presidente Xi Jinping, de China, para retomar las negociaciones climáticas entre los dos Estados. Sólo el tiempo dirá si verdaderamente se conseguirá financiación para el Fondo, o si la promesa de negociaciones entre China y Estados Unidos producirán acciones significativas. Como las muchas COPs anteriores, y como las promesas hechas a lo largo de la Revolución en Egipto, las personas que ocupan el poder tienden a decir una cosa, y a hacer todo lo contrario.

Llamé a Isabella después de que acabara la Conferencia y le dije: “creo que tomamos la decisión correcta al no asistir.” Le resumí los eventos como lo hice en las líneas anteriores, a lo cual Isabella me expresó su frustración: “¿será posible que las cosas cambien?” Es una buena pregunta, que nos incita una larga conversación que me recuerda a la pregunta que le había hecho mientras cenábamos hace unas semanas: ¿no deberíamos participar de este tipo de conversaciones? Tal vez la pregunta más acertada sería ¿cuál es el punto de estas conversaciones? A veces es necesario hablar con los que están cerca nuestro para retarlos con perspectivas diferentes, o para expresar nuestras preocupaciones y soltar la ansiedad que a menudo guardamos. Pero, cuando esta conversación se vuelve un evento anual, me hace dudar si de verdad nos están escuchando y si este ciclo de Conferencias es solamente una celebración a la inacción, que lo único que hace es causarnos más ansiedad.

“¿Cuál piensas que sea la solución?” Hago una pausa para reflexionar sobre lo que Isi me acaba de preguntar. “Hmmm (le digo para que sepa que sigo en la llamada), bueno,” Sigo pensando. “Creo que necesitamos más acción, pero no exigirla de los que ocupan el poder. En Egipto, por ejemplo, exigirle a los que ocupan el poder tiene sentido por los estrictos límites que existen para la población desde el 2011, aún más relevantes ahora. Pero, nosotros en Occidente tenemos la habilidad de crear el cambio desde nuestras vidas personales y comunidades.” Esto emociona a Isabella: “¡totalmente! Deberíamos hacer algo. Seguramente podemos hacer algo, ¿no?” “¿Tú y yo?”, le pregunto. “¡Sí! Y con eco-nnect.”

Juntos decidimos cambiar el enfoque de la página web, para representar el cambio que sentimos que es necesario, para participar de discusiones más profundas a través de artículos en formato más largo, y para salvar la brecha entre la riqueza corporativa y los movimientos comunitarios a través de consultorías. Esto inspira una última pregunta de Isabella: “entonces, ¿seremos igual que la COP, hablando del cambio?” Es una pregunta importante. “Creo que deberíamos parar de hablar entonces.” Colgamos el teléfono para seguir trabajando en nuestros próximos pasos.

 

Anton Rivette es un escritor y fotógrafo. Dirige el área de storytelling de eco-nnect. Este artículo fue traducido por Sarah Camhi.

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